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La búsqueda de la cabeza de Medusa

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Este es un capítulo de Mitos griegos (original: Old Greek Stories, de James Baldwin), traducido y narrado por Francisco Javier Álvarez Comesaña para AcademiaLatin.com.

El arcón de madera

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Había un rey en Argos que solo había tenido una hija. Si hubiera tenido un hijo, lo habría criado para que fuera un hombre valiente y un gran rey, pero no sabía qué hacer con aquella muchacha de hermosos cabellos. Conforme la veía crecer alta y hermosa y sabia, se preguntaba si, después de todo, cuando él muriera, le podría dejar a ella sus tierras y riquezas y su reino. Así pues, envió un mensajero a Delfos para preguntarle a la pitia al respecto, y ella le dijo que no solo habría de morir como es natural para todos, sino que la muerte se la causaría el hijo que tuviera su hija.

Esto asustó mucho al rey, y trató de dar con un plan para evitar que las palabras de la pitia se hicieran realidad. Finalmente decidió construir una prisión para su hija y mantenerla allí el resto de su vida. Así pues, llamó a sus obreros e hizo que cavaran un profundo agujero en el suelo, y en el agujero construyeron una casa de bronce con una sola habitación, sin puertas y solo una ventana arriba.

Cuando estuvo terminada, el rey encerró a la doncella, cuyo nombre era Dánae, allí; y junto a ella encerró a su nodriza y sus juguetes y sus preciosos vestidos y todo lo que él pensó que ella podría necesitar para ser feliz.

—Ahora veremos si la pitia dice siempre la verdad —dijo el rey.

Dánae quedó encerrada en la prisión de bronce. No tenía a nadie con quien hablar salvo la vieja nodriza, y nunca veía la tierra ni el mar, sino solo el cielo azul muy arriba a través de la ventana, y de vez en cuando las nubes que lo cruzaban.

Día tras día se sentaba bajo la ventana y se preguntaba por qué su padre la había encerrado en aquel lugar solitario, y si alguna vez vendría a sacarla de allí. Pasaron varios años, y Dánae cada vez era más hermosa, y llegó el momento en que ya no era una niña, sino una mujer preciosa, y Zeus, que estaba sentado entre las nubes, cuando la vio, se enamoró de ella.

Un día le pareció a Dánae que el cielo hacía algo nuevo, y efectivamente una lluvia de oro cayó por la ventana a la habitación. Cuando la cegadora lluvia terminó, vio delante de ella a un hombre apuesto, y no se imaginaba que era Zeus, que había bajado desde el Olimpo en forma de lluvia. Dánae simplemente creyó que era algún valeroso príncipe que había acudido para sacarla de la prisión.

Tras esa vez, iba a visitarla a menudo, siempre con la apariencia de un muchacho joven, y llegó el día en que se casaron, aunque solo la anciana nodriza estuvo invitada, y Dánae se alegró mucho de no estar siempre sola, incluso cuando él tenía que irse. Un día, mientras el joven salía por la ventana, hubo un relámpago, y Dánae no volvió a verle.

No mucho después Dánae dio a luz a un bebé, un niño sonriente al que llamó Perseo.

«La búsqueda de la cabeza de Medusa» es un contenido de Paco Álvarez publicado en ACADEMIALATIN.com


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