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Muerte de Agis

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Este es un capítulo de La historia de los griegos (original: The Story of the Greeks, de Hélène Adeline Guerber), traducido y narrado por Francisco Javier Álvarez Comesaña para AcademiaLatin.com.

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Cuando Agis se enteró de los cambios que habían tenido lugar en Esparta durante su ausencia, volvió rápido a casa. Al llegar a la ciudad, se encontró con que el partido de los ricos estaba tan crecido que no podía oponérseles, e incluso se vio obligado a refugiarse en un templo, como habían hecho Leónidas y Cleómbroto.

Su mujer, Agiatis, obligada por una enfermedad a permanecer en casa, no podía mostrarle su amor siguiéndolo hasta el templo, pero unos cuantos leales amigos fueron con él para hacer guardia. Su vigilancia era necesaria, pues Agis se iba cada noche del templo a bañarse.

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Sin embargo, ocurrió que dos de estos amigos eran falsos. Aceptaron sobornos que les ofrecieron los éforos a cambio de información sobre el rey, y les dijeron que se iba del templo cada noche y para qué.

Con ese conocimiento, los éforos sorprendieron al pequeño grupo la noche siguiente y encerraron a Agis en prisión. Fue juzgado y condenado a muerte por orden de Leónidas, y así murió a la edad de veintidós años, tras haber intentado en vano, durante tres años, restablecer las antiguas costumbres y virtudes espartanas.

Leónidas, no contento con matar a Agis, le entregó su viuda Agiatis a su propio hijo, Cleómenes, que era apenas un muchacho varios años más joven que ella. Agiatis pudo influenciar al joven príncipe y le contó tantas cosas sobre su difunto marido que él trató de seguir el ejemplo de Agis.

A la muerte de Leónidas, Cleómenes le sucedió y, gracias a las enseñanzas de su esposa, fue magnánimo y virtuoso. Expulsó a los éforos, que era ricos y corruptos, y luego distribuyó todas las propiedades de forma equitativa entre la gente, como había planeado Agis.

Cuando Arato se enteró de las reformas de Cleómenes, empezó a temer que Esparta fuera a volver a su antiguo estatus para adueñarse del resto de Grecia. Para evitar tal cosa, decidió atacar al rey espartano mientras era demasiado joven como para ser un buen general.

Por tanto, avanzó con un buen ejército, pero, para su sorpresa y desesperación, fue completamente derrotado por el joven rey. Varias ciudades pequeñas mostraron ahora su deseo de abandonar la Liga Aquea y unirse a Esparta, por lo que Arato con más razón quiso acabar con aquel auge de Esparta.

A causa de su precipitación, dejó de lado todo tipo de cautela e incluso pidió ayuda a Antígono Dosón, rey de Macedonia, que reinaba después de Antígono Gónatas. Precisamente, su sobrenombre Dosón, que en griego significa ‘el que dará’, se debía a que tenía por costumbre prometer todo tipo de regalos que al final nunca daba.

Antígono Dosón no pudo sino alegrarse de tener una excusa para enviar al ejército macedonio a Grecia, y no solo acuarteló parte en la fortaleza del istmo de Corinto, sino que también envió tropas al Peloponeso.

«Muerte de Agis» es un contenido de Paco Álvarez publicado en ACADEMIALATIN.com


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