A continuación tienes una sección de las leyendas del rey Arturo según Bulfinch.
En formato pódcast en las principales plataformas. 🎙️ ¡Apúntate a los demás pódcast de humanidades!
El ilustre poeta Milton, en su Historia de Inglaterra, es el autor al que seguimos principalmente en este capítulo.
Según los primeros relatos, Albión, un gigante, hijo de Neptuno y contemporáneo de Hércules, gobernó la isla a la que dio su nombre. Creyendo que podría oponerse al progreso de Hércules en su marcha hacia el oeste, acabó muerto a sus manos.
Otra historia cuenta que Histión, hijo de Jafet, el hijo de Noé, tuvo cuatro hijos: Franco, Romano, Alemano y Britón, de quienes descendieron los pueblos francés, romano, alemán y británico.
Aprende latín y griego antiguo desde cero al mejor precio con esta oportunidad única. Aprovecha el combo latín & griego antiguo por 399 € para siempre.
Accede a las futuras ampliaciones con textos largos, actividades concretas, etc. Un solo pago, acceso para siempre, sin suscripciones recurrentes.
Rechazando estas y otras historias similares, Milton da más importancia a la historia del troyano Bruto, que —dice— está apoyada por «el linaje de ancestros continuado durante mucho tiempo, leyes y hazañas que no parecen claramente tomadas o inventadas, que en la creencia común han causado no poca impresión; defendida por muchos, negada totalmente por pocos». La principal autoridad es Geoffrey o Godofredo de Monmouth, cuya historia, escrita en el siglo XII, pretende ser una traducción de una historia de Gran Bretaña traída de las costas de Francia, que, bajo el nombre de Bretaña, estaba poblada principalmente por nativos de Gran Bretaña que, de vez en cuando, emigraban allí, expulsados de su propio país por las incursiones de los pictos y escoceses; según él, Bruto era hijo de Silvio, y él, de Ascanio, hijo de Eneas, que huyó de Troya y se asentó en Italia.
Bruto, a la edad de quince años, mientras ayudaba a su padre en la caza, desgraciadamente lo mató de un flechazo. Desterrado por su familia, buscó refugio en la parte de Grecia donde Héleno, con una banda de exiliados troyanos, se había establecido. Pero Héleno había muerto ya, y los descendientes de los troyanos estaban oprimidos por Pandraso, el rey del país. Bruto, recibido amablemente entre ellos, prosperó tanto en virtud y en armas que se ganó la consideración de todos los próceres del país por encima de todos los demás de su época. Como consecuencia de ello, los troyanos no solo empezaron a albergar esperanzas, sino también a persuadirle en secreto para que les guiara por el camino de la libertad. Para animarlos, contaban con la promesa de ayuda de Asáraco, un noble joven griego cuya madre era troyana. Había sufrido un agravio a manos del rey, y por esa razón estaba más dispuesto a unirse a los exiliados troyanos.
Aprovechando una buena oportunidad, Bruto y sus compatriotas se retiraron a los bosques y las colinas, como el lugar más seguro desde el que protestar, y enviaron este mensaje a Pandraso: «Que los troyanos, considerando indigno de sus antepasados servir en tierra extranjera, se habían retirado a los bosques, prefiriendo una vida salvaje a una servil. Si eso le disgustaba, entonces, con su permiso, partirían a otro país». Pandraso, que no esperaba un mensaje tan audaz de los hijos de los cautivos, fue en su persecución, con las fuerzas que pudo reunir, y se encontró con ellos en las orillas del Aqueloo, donde Bruto obtuvo la ventaja y tomó cautivo al rey. El resultado fue que se aceptaron las condiciones exigidas por los troyanos; el rey dio a su hija Imogena en matrimonio a Bruto y proporcionó embarcaciones, dinero y provisiones adecuadas para que todos pudieran abandonar el país.
Una vez celebrado de forma solemne el matrimonio y reunidos los barcos de todas partes, los troyanos, en una flota de no menos de trescientas veinte velas, se hicieron a la mar. Al tercer día llegaron a cierta isla, que encontraron desprovista de habitantes, aunque había indicios de que había sido habitada, y entre las ruinas un templo de Diana. Bruto, que estaba celebrando un sacrificio en el santuario de la diosa, invocó a un oráculo para que le guiara, en estos términos: «Diosa de las sombras y cazadora, que a voluntad caminas por la esfera rodante y por las profundidades; en tu tercer reino, la tierra, mira ahora y di qué tierra, qué lugar de descanso me pides que busque; qué sede segura donde pueda adorarte para siempre, con templos consagrados y coros virginales».
Y mientras dormía ante el altar, Diana le respondió, en una visión, así: «¡Bruto! Lejos al oeste, en el ancho océano, más allá del reino de la Galia, hay una tierra, a orillas del mar, donde los gigantes vivían antiguamente; ahora, vacío, se ajusta a tu pueblo: allí dirige tu rumbo; allí encontrarás una sede duradera; allí surgirá otra Troya para tus hijos, y reyes nacerán de ti, cuyo temido poder sobrecogerá al mundo y conquistará naciones audaces».
Histori(et)as de griegos y romanos

Lo más probable es que ames el latín, el griego, el mundo clásico en general...
Si te gustan los griegos y romanos, el mundo antiguo y las historias, historietas y anécdotas… tengo histori(et)as de griegos y romanos para ti.
Cada día recibirás un correo con una histori(et)a de griegos al principio y más tarde de romanos. Las lees en menos de cinco minutos.
Bruto, guiado ahora, como él creía, por la divina voluntad, aceleró su curso hacia el oeste y, llegando a un lugar en el mar Tirreno, encontró allí a los descendientes de ciertos troyanos que, con Anténor, llegaron a Italia, de los cuales Corineo era el jefe. Estos se unieron a la expedición, y los barcos siguieron su camino hasta llegar a la desembocadura del río Loira, en Francia, donde la expedición desembarcó con la intención de establecerse, pero fueron asaltados tan brutalmente por los habitantes que se hicieron de nuevo a la mar y llegaron a una parte de la costa de Bretaña, ahora llamada Devonshire, donde Bruto se convenció de que había encontrado el fin prometido de su viaje, desembarcó con los suyos y tomó posesión de ella.
La isla, que aún no era Britania, sino Albión, estaba en cierto modo desierta e inhóspita, ocupada solo por un remanente de la raza gigante cuya fuerza excesiva y tiranía habían destruido a los demás. Los troyanos se enfrentaron a ellos y los aniquilaron. Corineo, en particular, se distinguió por sus hazañas contra ellos; de él toma Cornualles su nombre, pues esa región le tocó en suerte, y allí habitaban los gigantes más enormes, acechando en rocas y cuevas, hasta que Corineo libró a la tierra de ellos.
Bruto construyó su capital y la llamó Troyanova (Nueva Troya), que con el tiempo cambió por Trinovantum, actual Londres; y, habiendo gobernado la isla veinticuatro años, murió, dejando tres hijos: Locrino, Albanacto y Cambro. A Locrino le correspondió la parte central; a Cambro, la occidental, llamada Cambria por él; y a Albanacto, Albania, actual Escocia.
Locrino estaba casado con Güendolena, la hija de Corineo, pero, habiendo visto a una hermosa doncella llamada Estrildis, que había sido llevada cautiva desde Germania, se enamoró de ella y tuvo una hija que se llamó Sabra. Este asunto se mantuvo en secreto mientras vivió Corineo, pero tras su muerte Locrino se divorció de Güendolena y nombró reina a Estrildis. Güendolena, furiosa, se marchó a Cornualles, donde vivía Madán, su hijo, que había sido criado por Corineo, su abuelo. Reuniendo un ejército de amigos y súbditos de su padre, se enfrentó a las fuerzas de su marido y Locrino resultó muerto. Güendolena hizo que su rival, Estrildis, con su hija Sabra, fueran arrojadas al río, por lo que el río llevó desde entonces el nombre de la doncella, que con el paso del tiempo ha evolucionado a Sabrina o Severn.
Si nuestros lectores preguntan cuándo tuvo lugar todo esto, debemos responder, en primer lugar, que la mitología no es cuidadosa con las fechas; y en segundo lugar, que, como Bruto era bisnieto de Eneas, no debió de ser ni mucho menos un siglo después de la guerra de Troya, o unos mil cien años antes de la invasión de la isla por Julio César. Este largo espacio de tiempo está repleto de nombres de príncipes cuya principal ocupación era guerrear entre sí. Mencionaremos algunos de ellos, cuyos nombres permanecen ligados a lugares o han quedado inmortalizados en la literatura.
Bladud
Bladud construyó la ciudad de Bath y dedicó las aguas medicinales a Minerva. Era un hombre de gran inventiva y practicaba las artes de la magia, hasta que, habiéndose dotado de alas para volar, cayó sobre el templo de Apolo, en Trinovantum, y así murió, tras veinte años de reinado.
Leir
Leir, el siguiente en reinar, construyó Leicester y le dio su nombre. No tuvo descendencia masculina, sino solo tres hijas. Cuando envejeció, decidió dividir su reino entre sus hijas y casarlas. Pero primero, para probar cuál de ellas lo amaba más, decidió interrogarlas solemnemente en orden, y juzgar el ardor de su afecto por sus respuestas.
Gonerilda, la mayor, conociendo bien la debilidad de su padre, respondió que lo amaba «más que a su propia alma». «Ya que honras tanto mi avanzada edad —dijo el anciano—, a ti y a tu esposo os doy la tercera parte de mi reino».
Tan excelente resultado a cambio de unas pocas palabras le sirvieron a Regania, la segunda hija, de gran ejemplo de lo que debía decir; por tanto, a la misma pregunta respondió que «lo amaba más que a cualquier cosa en todo el mundo», y así recibió la misma recompensa que su hermana.
Pero Cordelia, la menor y hasta entonces la más amada, aunque tenía ante sus ojos la recompensa fácil y veía que probablemente le perjudicaría hablar de forma clara, no se apartó del sólido propósito de una respuesta sincera y virtuosa, y contestó: «Padre, mi amor por ti es el acorde a mi deber. Quienes afirman que es mayor no hacen más que adular».
Cuando el anciano, apenado al oír esto, y deseando que ella recordase estas palabras, insistió en preguntar, ella seguía conteniendo sus palabras para no exagerarlas como sus hermanas.
Entonces Leir, enfurecido por completo, estalló: «Ya que no has reverenciado a tu anciano padre como tus hermanas, no esperes obtener parte de mi reino ni nada de lo que tengo»; y sin demora, dando en matrimonio a sus otras hijas, Gonerilda al duque de Albania, y Regania al duque de Cornualles, divide su reino entre ellos, y se va a residir con su hija mayor, asistido solo por cien caballeros. Pero en poco tiempo, sus asistentes, de quienes recibe quejas por ser demasiado numerosos y revoltosos, se reducen a treinta. Resentido por esta afrenta, el anciano rey se marcha con su segunda hija; pero ella, en lugar de calmar su orgullo herido, se pone de parte de su hermana y se niega a admitir un séquito de más de cinco caballeros. Entonces vuelve con la primera, que ahora no lo recibe con más de un acompañante.
Entonces le viene a la mente Cordelia, y emprende viaje a Francia para buscarla, con pocas esperanzas de obtener la amable consideración de alguien a quien había herido tanto, sino para ofrecerle la máxima recompensa que puede ofrecerle: la confesión de su injusticia.
Cuando informan a Cordelia de su llegada y de su triste estado, derrama lágrimas de verdadera hija y, no queriendo que sus ojos ni los de los demás lo viesen a él en semejante estado de desamparo, envía a uno de sus criados de confianza a recibirlo y llevarlo en privado a una estancia cómoda, y a proporcionarle el decoro que correspondía a su dignidad. Después de esto, Cordelia, con su marido el rey, fue a su encuentro y, tras una bienvenida honorable, el rey permitió a su esposa Cordelia ir con un ejército y volver a colocar a su padre en el trono. Lo consiguieron: sometieron a las malvadas hermanas y a sus consortes, y Leir recuperó la corona y la conservó tres años. Cordelia le sucedió y reinó cinco años, pero los hijos de sus hermanas se rebelaron contra ella y perdió la corona y la vida.
Shakespeare eligió esta historia como tema de su tragedia del Rey Lear, variando algunos detalles. Las principales variaciones son el desvarío de Leir y la mala fortuna de Cordelia al reinstaurar a su padre, así como algunos nombres. La presente narración está tomada de la Historia de Milton, y así el lector percibirá que la historia de Leir ha tenido el distinguido honor de ser contada por dos de los autores más importantes de la literatura británica.
Mitología griega (y romana) 🎙️ el pódcast
Prácticamente toda la mitología grecorromana que puedas necesitar saber para apreciar la literatura y arte actuales.
En los primeros capítulos tienes un curso exprés; en los más recientes, relatos de los héroes y semidioses.
Férrex y Pórrex
Férrex y Pórrex eran hermanos y detentaron el reino después de Leir. Disputaron por la supremacía, y Pórrex expulsó a su hermano, quien, obteniendo ayuda de Suardo, rey de los francos, regresó e hizo la guerra a Pórrex. Férrex fue muerto en batalla y sus fuerzas se dispersaron. Cuando su madre se enteró de la muerte de su hijo, que era su favorito, cayó presa de una gran cólera y concibió un odio mortal contra el superviviente. Aprovechó, pues, su oportunidad cuando este dormía, se echó sobre él y, con la ayuda de sus mujeres, lo despedazó.
No valdría la pena relatar esta horrible historia si no fuera porque ha servido de argumento para la primera tragedia escrita en lengua inglesa. Se tituló Gorboduc, pero en la segunda edición se llamó Férrex y Pórrex; fue obra de Thomas Sackville, posteriormente conde de Dorset, y Thomas Norton, abogado. Data de 1561.
Dunvallo Molmucio
Este es el siguiente nombre digno de mención. Molmucio estableció las leyes molmutinas, que otorgaban el privilegio de santuario a los templos, las ciudades y los caminos que conducían a ellos, y concedía la misma protección a los arados, extendiendo una sanción religiosa a las labores del campo. Shakespeare alude a él en Cimbelino, acto III, escena 1:
Molmucio hizo nuestras leyes, el que fue el primero de Bretaña en poner la frente dentro de una corona de oro y en llamarse rey.
Breno y Belino
Los hijos de Molmucio le sucedieron. Se pelearon, y Breno fue expulsado de la isla y se refugió en la Galia, donde obtuvo tal favor del rey de los alóbroges que le dio a su hija en matrimonio y le hizo su socio en el trono. Breno es el nombre que los historiadores romanos dan al famoso líder de los galos que tomó Roma en tiempos de Camilo. Godofredo de Monmouth reivindica la gloria de la conquista para el príncipe británico, después de haberse convertido en rey de los alóbroges.
Eliduro
Después de Belino y Breno, reinaron varios reyes de poca importancia, y luego vino Eliduro. Su hermano Artgal, siendo rey, ofendió mucho a sus poderosos nobles, que se levantaron contra él, lo depusieron y ascendieron a Eliduro al trono. Artgal huyó y trató de encontrar ayuda en los reinos vecinos para restituirlo, pero no la encontró.
Eliduro reinó próspera y sabiamente. Tras cinco años en posesión del reino, un día, mientras cazaba, se encontró en el bosque con su hermano Artgal, que había sido depuesto. Tras un largo peregrinaje, incapaz de soportar la pobreza a la que se había visto reducido, había regresado a Britania con solo diez seguidores, con la intención de recuperar a aquellos que habían sido sus amigos en el pasado. Eliduro, al ver a su hermano en apuros, olvidó toda animosidad, corrió hacia él y lo abrazó. Se llevó a Artgal a su casa y lo escondió en palacio. Después fingió estar enfermo y, convocando a sus nobles, los indujo, en parte por la persuasión y en parte por la fuerza, a consentir su propia abdicación del reino para restituir a su hermano en el trono. Una vez ratificado el acuerdo, Eliduro se quitó la corona de la cabeza y se la puso a su hermano. Después de esto, Artgal reinó diez años, bien y con sabiduría, ejerciendo una justicia estricta con todos los hombres.
Artgal murió y dejó el reino a sus hijos, que reinaron con distintas suertes, pero no fueron longevos y no dejaron descendencia, de modo que Eliduro ascendió de nuevo al trono y terminó el curso de su vida con acciones justas y virtuosas, recibiendo el nombre de Pío por el amor y la admiración de sus súbditos.
Aprende latín y griego antiguo desde cero al mejor precio con esta oportunidad única. Aprovecha el combo latín & griego antiguo por 399 € para siempre.
Accede a las futuras ampliaciones con textos largos, actividades concretas, etc. Un solo pago, acceso para siempre, sin suscripciones recurrentes.
Lud
Después de Eliduro, la crónica nombra a muchos reyes, pero ninguno de especial importancia, hasta que llegamos a Lud, que amplió enormemente Trinovantum, su capital, y la rodeó con una muralla. Le cambió el nombre, otorgándole el suyo propio, de modo que en adelante se llamó la ciudad de Lud, después Londres. Lud fue enterrado junto a la puerta de la ciudad llamada en su honor Ludgate. Tuvo dos hijos, pero a la muerte de su padre no tenían edad suficiente para asumir el gobierno, por lo que su tío, Casivelono, le sucedió en el reino. Fue un príncipe valiente y magnífico, por lo que su fama llegó a países lejanos.
Casivelono
Por este tiempo sucedió (como se encuentra en las historias romanas) que Julio César, habiendo sometido la Galia, llegó a Britania. Y habiendo resuelto añadir esta isla también a sus conquistas, preparó barcos y transportó su ejército a través del mar, hasta la desembocadura del río Támesis. Allí fue recibido por Casivelono con todas sus fuerzas, y se produjo una batalla, en la que Nenio, el hermano de Casivelono, se enfrentó en combate singular con César.
Después de dar y recibir multitud de furiosos golpes, la espada de César se quedó clavada tan firmemente en el escudo de Nenio que no pudo sacarla, y al separar las tropas a los combatientes, Nenio quedó en posesión de este trofeo. Por fin, después de haber transcurrido la mayor parte del día, los britanos se abalanzaron tan rápidamente que César se vio obligado a retirarse a su campamento y a su flota. Y encontrando inútil continuar la guerra por más tiempo en ese momento, regresó a la Galia.
Shakespeare alude a Casivelono en Cimbelino:
El famoso Casivelono, que una vez estuvo a punto —¡ay, caprichosa fortuna!— de derrotar la espada de César, hizo brillar la ciudad de Lud con fuegos de júbilo, y los britanos se pavonean con coraje.
Cimbelino
César, en una segunda invasión de la isla, tuvo más suerte y obligó a los britanos a pagar tributo. Cimbelino, sobrino del rey, fue entregado a los romanos como rehén para que cumpliesen fielmente el tratado, y, llevado a Roma por César, fue educado allí en las artes y los logros romanos. Restituido después a su país y colocado en el trono, quedó vinculado a los romanos, con quienes mantuvo la paz durante todo su reinado.
Sus hijos, Guiderio y Arvirago, que aparecen en la obra de Shakespeare Cimbelino, sucedieron a su padre y, negándose a pagar tributo a los romanos, provocaron otra invasión. Guiderio fue abatido, pero después Arvirago llegó a un acuerdo con los romanos y reinó con prosperidad durante muchos años.
Armórica
El siguiente acontecimiento digno de mención es la conquista y colonización de Armórica por Máximo, un general romano, y Conan, señor de Miniadoc o Denbigh, en Gales. El nombre del país fue cambiado a Bretaña; y los colonos británicos lo dominaron tan plenamente que la lengua se asimiló a la hablada en Gales, y se dice que hasta el día de hoy los campesinos de los dos países pueden entenderse cuando hablan su lengua nativa.
Con el tiempo, los romanos lograron establecerse en la isla y, al cabo de varias generaciones, se mezclaron con los nativos, de modo que no existía distinción alguna entre ambos pueblos. Cuando finalmente los ejércitos romanos se retiraron de Britania, su marcha fue motivo de pesar para los habitantes, ya que les dejaba sin protección contra las tribus bárbaras: escoceses, pictos y noruegos, que hostigaban el país sin cesar.
Esta era la situación cuando comenzó la era del rey Arturo…
«Historia mitológica de Inglaterra» es un contenido de Paco Álvarez publicado en ACADEMIALATIN.com