Este es un capítulo de La historia de los griegos (original: The Story of the Greeks, de Hélène Adeline Guerber), traducido y narrado por Francisco Javier Álvarez Comesaña para AcademiaLatin.com.
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Aunque Sócrates era uno de los hombres más sabios y amables, aun así tenía muchos enemigos, principalmente la gente celosa de él y su renombre por su gran sabiduría, pues su reputación estaba tan bien establecida que el oráculo de Delfos, al consultarlo, respondió que el hombre más sabio en Grecia era Sócrates.
Sócrates era muy sabio y bueno y amable, y aun así no era nada engreído, y mostraba su sabiduría al no hacer como que sabía cosas que no sabía y por su disposición a aprender cualquier cosa nueva, siempre que pudiera mostrarse que fuera cierta.
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Entre los atenienses famosos de su tiempo estaba Aristófanes, un comediógrafo o escritor de comedias. Era tan ocurrente que sus comedias aún son admiradas casi tanto como lo eran cuando se representaban en el teatro de Dioniso.
Como la mayoría de la gente graciosa, a Aristófanes le gustaba hacer chiste de todo. Había visto a menudo a Sócrates y a Alcibíades caminando por las calles de Atenas, y le hacía mucha gracia el contraste entre los dos personajes.
Aristófanes, pese a su gran ingenio, no era siempre justo, y aunque a veces sus chistes eran para el bien, otras veces causaban gran daño. En un momento dado llegó a odiar a Alcibíades, pero, viendo que la gente lo amaba, se imaginó que sus defectos eran culpa de su maestro, Sócrates. No era el caso, pues Sócrates había tratado de sacar lo mejor de su discípulo, y la soberbia, insolencia y traición de Alcibíades eran más bien el resultado de los constantes halagos de los que decían ser sus amigos.
A Aristófanes le disgustaba tanto Alcibíades que escribió una comedia titulada Las nubes, en la que se burlaba de él. En sus obras no llamaba a la gente por su nombre real, pero el protagonista era un joven gandul que, aconsejado por su maestro, compraba veloces caballos, endeudaba a su padre, engañaba a todos y trataba sin respeto incluso a los dioses.
Como los actores que representaban a los personajes se vestían y actuaban de forma muy parecida a los Alcibíades y Sócrates de verdad, es fácil imaginar que la obra, que era muy cómica e ingeniosa, hizo a los atenienses desternillarse de risa.
Todo el mundo hablaba de ella, repetía los mejores chistes e iban una y otra vez a verla para reírse. Se dice que el propio Sócrates fue un día a verla y, cuando le preguntaron por qué había ido, dijo con calma:
—He venido para ver si, de todas las cosas de las que se me acusa, hay alguna que pueda corregir.
El filósofo sabía que nunca era demasiado tarde para corregir errores, y siempre estaba buscando ser lo mejor posible. Por supuesto, sabía que no podía enderezarse la nariz o volverse guapo, pero esperaba encontrar alguna forma de mejorar su carácter.
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Los atenienses estuvieron acudiendo a ver Las nubes unos veinte años, y cuando Alcibíades resultó ser un traidor y causó la ruina de su país, la gente aún iba a verla. En su furia contra Alcibíades, comenzaron a pensar que quizá Aristófanes tenía razón, y que el joven que una vez habían admirado tanto nunca habría acabado de aquella forma ruin si no hubiera sido malinfluenciado.
Como en la obra se culpaba al maestro por todas las fechorías de su discípulo, igualmente los atenienses acusaron a Sócrates de malinfluenciar a Alcibíades. Poco a poco los enemigos del filósofo se vinieron tan arriba que llegó el momento en que decidieron deshacerse de él. Como era bastante inofensivo y no tenían ninguna otra excusa para llevarlo al tribunal, decidieron acusarlo de corromper a la juventud y hablar mal de los dioses.
«Acusación de Sócrates» es un contenido de Paco Álvarez publicado en ACADEMIALATIN.com