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El nudo gordiano

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Este es un capítulo de La historia de los griegos (original: The Story of the Greeks, de Hélène Adeline Guerber), traducido y narrado por Francisco Javier Álvarez Comesaña para AcademiaLatin.com.

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Alejandro no se detuvo mucho tiempo en Caria. Continuó avanzando y llegó a la ciudad de Gordio, en Frigia, donde el famoso rey Midas había reinado. En uno de los temples, la gente le mostró con orgullo a Alejandro el carro en el que el rey viajaba.

En el carro había una cuerda atada con un nudo muy intrincado. Se decía que una antigua profecía había declarado que quienquiera que deshiciera el nudo gordiano se apoderaría de toda Asia. Por supuesto, como Alejandro se había propuesto conquistar todo el mundo, se quedó mirando el nudo con gran interés, pero tras un momento de estudiarlo, estuvo seguro de que no sería capaz de desatarlo.

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Sin embargo, en vez de rendirse, Alejandro desenvainó la espada y cortó el nudo de un tajo. Desde entonces, cuando una persona resuelve un asunto complicado mediante la fuerza en lugar de tratar de hacerlo calmada y pacientemente, se menciona el nudo gordiano.

Desde Gordio, Alejandro continuó hacia Tarso, que también se sometió a él, y, poco después, el joven conquistador casi pierde la vida. Había estado expuesto al sol mucho tiempo y, al llegar al río Cidno, cuyas aguas son muy frías, quiso darse un baño, pese a que todos sus consejeros trataron de disuadirlo.

El cambio brusco de temperatura le causó un calambre, y estuvo a punto de ahogarse, pero uno de sus ayudantes lo vio y se tiró a las aguas para sacarlo. Además, aquella imprudencia le causó una grave enfermedad, y por un tiempo la vida de Alejandro estuvo en serio peligro.

Sin embargo, su médico era Filipo, un griego que lo llevaba atendiendo desde que era un bebé. Cuando le subió muchísimo la fiebre a Alejandro, dijo que esperaba salvar al rey gracias a una fuerte medicina que iba a preparar.

Justo después de que Filipo se fuera a preparar aquella poción, Alejandro recibió una carta advirtiéndole de que Darío III, el rey de Persia, había sobornado a su médico para que lo envenenara.

Tras leer la carta, Alejandro la ocultó bajo la almohada y esperó a que Filipo volviera con el remedio prometido. Alejandro lo tomó en la mano y con la otra le dio al médico la carta. Entonces, mientras Filipo la leía, él se bebió la pócima completa.

Cuando el médico vio la acusación, se puso absolutamente pálido. Miró a Alejandro, que, sonriendo, le devolvió el vaso vacío. La confianza ciega de Alejandro en Filipo estaba totalmente justificada, pues la medicina lo curó y, de esa forma, pudo continuar sus conquistas.

«El nudo gordiano» es un contenido de Paco Álvarez publicado en ACADEMIALATIN.com


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