Quantcast
Channel: ACADEMIALATIN.com
Viewing all articles
Browse latest Browse all 514

Eco y Narciso: la ninfa enamorada y la flor blanca

$
0
0

A continuación tienes uno de los capítulos de Once Upon A Time: Children’s Stories From The Classics, de Blanche Winder.

En formato pódcast en las principales plataformas. 🎙️ ¡Apúntate a los demás pódcast de humanidades!

¡Suscríbete! 👉

En los verdes prados de la antigua Grecia, en los que crecían anémonas y azafrán, vivían las ninfas del bosque, que bailaban a la luz del sol y de la luna sobre el musgo mullido. No hacían mucho caso de los seres humanos, sino que se contentaban con reír y jugar con todas las criaturas extrañas que vivían entre las flores.

Sin embargo, una mañana, mientras se perseguían entre los árboles, se toparon con un hermoso joven llamado Narciso, que cazaba con arco y flechas entre las sombras doradas y verdes del bosque. Lo miraron entre las ramas y susurraron entre ellas comentarios sobre lo guapo que era. Luego, todas se alejaron bailando, excepto una, que se quedó mirando, mirando y mirando al joven alto y fuerte, ansiando, con todo su corazón, hablar con él.

Aprende latín y griego antiguo desde cero al mejor precio con esta oportunidad única. Aprovecha el combo latín & griego antiguo por 399 € para siempre.

Accede a las futuras ampliaciones con textos largos, actividades concretas, etc. Un solo pago, acceso para siempre, sin suscripciones recurrentes.

Sin embargo, esperó su oportunidad y, cuando el joven llamó de pronto a unos compañeros lejanos: «¿Estáis aquí?», Eco respondió: «Aquí», y salió alegremente de entre los arbustos.

Narciso se quedó muy extrañado, pero intentó hablar con ella como pudo. Entonces, como ella solo repetía sus propias palabras, llamó a sus compañeros: «¡Venid conmigo!»; «¡Conmigo!», susurró Eco, siguiéndole todavía por entre los árboles. Sin embargo, Narciso se alejó más aprisa; y todas las miradas cariñosas que Eco le lanzaba las lanzaba en vano.

Cada vez que Narciso entraba en el bosque para cazar, se encontraba con la hermosa ninfa y veía que cada vez estaba más pálida y triste, aunque seguía repitiendo sus palabras con la misma insistencia de siempre. Pero Narciso no se había enamorado en su vida y no tenía ni idea de lo infeliz que era Eco. Pensaba que era un capricho tonto de ella, del que pronto se recuperaría, y ni siquiera quería besarla cuando ella acudía y se sentaba a su lado en la orilla del río mientras él pescaba, o cuando aparecía de repente entre los verdes laureles mientras él perseguía a un ciervo.

Por fin, un día, la historia de Eco llegó a oídos de Afrodita, la más bella de las inmortales y la reina del amor. Afrodita había nacido de la espuma del mar y había llegado a tierra firme en una gran concha de plata, con la blancura del rocío del océano en los brazos y los hombros, y el oro de la luz del sol en los cabellos.

Siempre se interesaba vivamente por los enamorados y, cuando se enteró de la desesperada devoción de Eco, dijo que había que hacer que el insensible Narciso supiera lo que era amar sin corresponder.

Eco estaba ya tan delgada y pálida que, mientras seguía a Narciso entre los árboles, no parecía más que un espíritu hecho de telarañas; pero seguía amándolo igual y murmurando las últimas palabras de todas sus frases. Finalmente, se marchó a las cuevas de las montañas, y allí, en esos lugares huecos y solitarios, se consumió hasta convertirse en una voz que caía tristemente sobre las nieblas de los lagos y en los estrechos valles entre las colinas.

Mientras tanto, aunque todos los demás inmortales decían que Eco había sido castigada con razón por amar a un mortal, la reina del amor no había olvidado su determinación de hacer que Narciso sufriera el mismo tipo de dolor; y un día, cuando él estaba cazando alegremente en el bosque, como de costumbre, le lanzó un hechizo mágico. Narciso no sabía nada de este hechizo y se había olvidado por completo de la pobre Eco; su único pensamiento en aquel momento era el calor y la sed que le había dado la caza.

Al llegar a un estanque claro que brillaba, fresco y agradable, entre los altos juncos y los verdes helechos, se arrodilló, con la intención de beber un largo trago y también de lavarse la cara y el pelo con el agua cristalina. Cuando se asomó, muy por encima de la orilla cubierta de musgo, vio que otro rostro, sonriente y hermoso, se acercaba al suyo. Los labios sonrosados parecían dispuestos a besarle; los claros ojos azules, preciosos como nomeolvides, reían bajo los brillantes rizos que los cubrían.

Durante un momento se quedó mirando, encantado. Luego, dando un largo suspiro de asombro, levantó un poco la cabeza, sin dejar de mirar fijamente el exquisito rostro en el estanque. El rostro también retrocedió; pero, visto de forma más borrosa, parecía adquirir una belleza aún más dulce. Volvió a inclinarse rápidamente y sumergió los brazos en el agua para atrapar al encantador espíritu que allí habitaba, pero sus dedos solo atraparon las hierbas mojadas del fondo del estanque, y, en el rocío que caía a su alrededor, el rostro se desvaneció.

Narciso se alejó un poco del agua y se sentó inmóvil en la orilla, observando y esperando.

—Hermoso ser —exclamó—, ¿no vendrás a mí?

—Hermoso ser… vendrás a mí —respondió una débil voz desde las montañas.

45 días de audiolibros gratis en Nextory

Más información: 45 días gratis de audiolibros

Pero Narciso nunca pensaba en la ninfa que una vez lo había amado; aunque ahora, de hecho, él mismo estaba profundamente enamorado del rostro que rondaba las centelleantes aguas del estanque.

Aguardó largo rato con la esperanza de que aquella criatura parecida a un dios saliera de entre las olas y, subiendo suavemente por la orilla, fuera a sentarse a su lado en la hierba. Estaba seguro de que habría querido besarlo cuando acercó su rostro al suyo con tanta confianza, con solo el delicado velo plateado del agua entre ellos. Pero, como pasaban los minutos y no ocurría nada, se deslizó muy suavemente hasta el estanque, apartó las altas flores y los juncos y volvió a inclinarse sobre el agua.

Allí estaba el rostro, mirándolo, con ojos tan ansiosos como antes. Con un grito de alegría, trató una vez más de cogerlo entre sus brazos; pero, una vez más, no atrapó nada más que la maleza profunda y el rocío.

¡Pobre Narciso! ¿Cómo podía saber que estaba todo el tiempo mirando su propio reflejo y que aquel era el hechizo que le había lanzado Afrodita? Se había enamorado perdidamente de su hermoso rostro reflejado en el estanque.

No había espejos que le mostraran su propio aspecto de la forma en que se mostraba en aquella agua encantadora y casi encantada. Día tras día acudía a ella; día tras día intentaba atrapar la figura de entre las ondas. Cuando iba al calor del sol, el rostro resplandecía brillante y hermoso entre los centelleantes rayos; cuando se apresuraba a buscarlo por la noche, sonreía a través de la tenue capa plateada del agua iluminada por la luna, con ojos que eran como las estrellas. Pero nunca, nunca, pudo abrazarla. Finalmente, empezó a desfallecer y a desvanecerse igual que Eco, con la triste desesperanza de un amor sin respuesta; y, cuando se inclinaba sobre el agua despiadada, sus lágrimas caían en el estanque como la lluvia.

Mitología griega (y romana) 🎙️ el pódcast

Prácticamente toda la mitología grecorromana que puedas necesitar saber para apreciar la literatura y arte actuales.


En los primeros capítulos tienes un curso exprés; en los más recientes, relatos de los héroes y semidioses.

Entonces los inmortales, mientras volaban por el cielo una tarde y lo veían mirando, siempre mirando, al estanque, se apiadaron de él y lo convirtieron en una flor, que todavía flota, pálida y hermosa, sobre el agua, hacia el reflejo de abajo. Narciso, al exhalar su último suspiro antes de que sus labios no exhalaran más que silenciosa fragancia, susurró solo esto:

—¡Mi amor!

Eco, desde su cueva, respondió:

—¡Mi amor!

De este modo, las voces se entremezclaron en el mismo instante en que Narciso se convirtió en una hermosa flor que se mecía en la orilla del agua que ahora reflejaba no un rostro, sino una delicada flor blanca como la nieve.

«Eco y Narciso: la ninfa enamorada y la flor blanca» es un contenido de Paco Álvarez publicado en ACADEMIALATIN.com


Viewing all articles
Browse latest Browse all 514

Trending Articles