A continuación tienes uno de los capítulos de Los vikingos, de Alfonso Nadal.
Es difícil dar idea exacta de las actividades que desarrollaron los vikingos en el siglo y medio que duraron sus incursiones. No respondían estas a un método ni a una unidad. Cada grupo trabajaba por su cuenta y sacaba de sus expediciones lo que podía. Ya estaban unos establecidos en una parte, cuando otros continuaban dedicándose exclusivamente al pillaje en otra. Baste decir que anglos, sajones y jutos habían conquistado en los siglos V y VI la mayor parte de lo que hoy es Inglaterra, y, en los siglos VIII y IX, los vikingos daneses, segunda oleada de un pueblo que no era en realidad distinto, fueron a someterlos, y en 1016, un rey danés, Canuto, reinó en Inglaterra y fue, al mismo tiempo, rey de Noruega y de Dinamarca.
Solo daremos, pues, aquí una breve reseña de las principales expediciones que realizaron antes que un grupo afortunado viniera a fijarse en tierras de Francia para formar el gran ducado de Normandía.
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En el primer cuarto del siglo IX, los vikingos aparecen en Flandes, en el estuario del Sena y en la desembocadura del Loira. Por entonces se lanzaron también sobre Irlanda, cuya anarquía la convertía en fácil presa, siendo los noruegos los que con preferencia la atacaron. En 839, un rey de mar, llamado Torgislo, invade el Ulster, se hace proclamar rey de Irlanda y llega a imponer su autoridad. La floreciente civilización cristiana de la verde Erín quedó arruinada con sus incesantes depredaciones, a las que puso fin el soberano irlandés Brian Boroime, en 1014, con la derrota definitiva que les infligió en Clontarf.
Aprovechando la desorganización del imperio de Carlomagno, cuando Luis el Piadoso fue arrojado del trono en 833, los daneses atacaron la desembocadura del Rin y del Escalda, incendiaron el puerto de Amberes e invadieron la isla de Walcheren, que convirtieron en campamento permanente para sus correrías.
En lo que va del 840 al 850 recrudecieron las expediciones normandas, a medida que encontraban más facilidades por la creciente desorganización de los países que hacían objeto de sus depredaciones.
El año 843 penetraron por el Loira hasta Nantes, que asaltaron con facilidad. Era el día de San Juan; el obispo y el clero estaban celebrando el oficio en la catedral cuando entraron por sorpresa los vikingos, que los degollaron a todos, robaron e incendiaron la iglesia, pasaron a cuchillo a la población y desaparecieron, dejando la mayor parte de la ciudad saqueada y envuelta en llamas.
Un año más tarde entraron por el Garona, intentando sobre Burdeos un golpe que les falló, y siguieron por las costas españolas, desembarcando en La Coruña y en Lisboa; llegaron por fin a Cádiz y, penetrando por el Guadalquivir, quisieron lanzarse sobre Sevilla, donde fueron rechazados por los árabes.
El año 845, una expedición de vikingos remontó el Elba hasta llegar a Hamburgo, que incendieron después de entrar a saco. La misma suerte corrieron los Países Bajos cuando el emperador Lotario acababa de recobrarlos, mientras una expedición de ciento veinte navíos, capitaneada por el rey de mar Ragnar Lodbrok, remontaba el Sena y saqueaba París. Durante los años siguientes continuaron los ataques normandos. Desde la desembocadura del Rin hasta el golfo de Gascuña, todas las comarcas de Francia de fácil acceso por los ríos se vieron saqueadas, devastadas e incendiadas.
Ya desde principios del siglo IX mostraban los normandos la intención de establecerse en los lugares que veían propicios a ello en las desembocaduras del Támesis, del Sena y del Loira. Buscaban islas cercanas a la costa y en ella se instalaban con sus mujeres e hijos. Desde aquellas islas, que les servían de base de operaciones, iban extendiendo su radio de acción, y los territorios vecinos se veían invadidos, siempre saqueados y ocupados más o menos transitoriamente. Dos veces incendiaron París y por tres veces se vio obligado el rey de Francia a comprar su retirada con fuertes tributos. Por el Loira llegaron a Tours, a Blois y a Orleans, y por los afluentes del río llevaron la desolación y el exterminio hasta las comarcas de Anjou, la Vendée y el Poitou.
A partir del año 859, los normandos marcharon en largo viaje hacia el sur y, después de bordear la península ibérica y las Baleares, alcanzaron el Rosellón y el Languedoc y entraron en Italia, donde saquearon Pisa y parte de la Toscana.
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Desde la segunda mitad del siglo IX notamos que las correrías de los vikingos se convierten en intentos de invasiones. Parece haber determinado este cambio la reunión de las tribus de origen bajo el poder de jefes únicos. Haroldo el Rojo domina en Noruega; Gorm el Viejo, en Dinamarca; y Erico, en Suecia. Un enjambre de descontentos se sustrae a su poder emigrando a nuevas tierras, y, desde entonces, los normandos ya no vuelven a su país e inician la época de colonización, comenzando, como es natural, por los puertos y estuarios.
La conquista danesa de Inglaterra se realizó en dos tiempos. Toda la segunda mitad del siglo IX está señalada por sus devastadores desembarcos. Buena parte de la isla cayó en manos de los daneses y un vigoroso elemento nuevo se incorporó a la población. La reacción del país contra su momentánea conquista determinó la unificación de los anglos. El rey Alfredo de Wessex los venció, pero reconoció su dominio sobre el país conquistado, pactando con Gutrum, que se convirtió en vasallo suyo y se hizo cristiano.
Los sucesores de Alfredo acabaron por dominar el Daneval, como se llamaba el país poblado por los daneses, y fueron reyes de toda Inglaterra; pero entonces, el reino de Dinamarca, antes ajeno a las expediciones de sus naturales, emprendió la invasión por su cuenta. A fines del siglo X, tanto Noruega como Inglaterra fueron conquistadas por el rey Suenon o Sweyn, y a partir de 1013 el país fue entregado sin defensa a largos años de despiadado saqueo. Por fin subió al trono Knut (san Canuto), hijo del feroz conquistador, y se hizo cristiano junto con su pueblo. Noruega, que él reconquistó hacia el fin de su reinado, también se había convertido al cristianismo, siguiendo el ejemplo de su rey nacional san Olaf.
«Principales incursiones de los vikingos» es un contenido de Paco Álvarez publicado en ACADEMIALATIN.com