Quantcast
Channel: ACADEMIALATIN.com
Viewing all articles
Browse latest Browse all 516

«Las historias de Heródoto» para todos los públicos, de John Stuart White

$
0
0

Iré traduciendo y publicando en formato texto y pódcast la obra The boys’ and girls’ Herodotus (1884), de John Stuart White (1847-1922) [fuente en inglés].

I. Clío

  1. Origen de la guerra entre los griegos y los bárbaros
  2. Historia de Lidia
  3. Origen de Atenas y Esparta
  4. Conquista de Lidia por Ciro
  5. Historia de los medos hasta el reinado de Ciro
  6. Los griegos asiáticos y la revuelta jónica
  7. Conquista de Asiria y guerra con los maságetas

II. Euterpe

  1. Historia física de Egipto
  2. Religión, hábitos, costumbres, atuendo y animales de los egipcios
  3. Reyes antes de Menes
  4. Primer linaje de 330 reyes; solo se mencionan tres
  5. Desde Sesostris hasta Seton
  6. Tercer linaje desde los doce reyes hasta Amasis

III. Talía

  1. Expediciones de Cambises
  2. Usurpación del mago Esmerdis y subida de Darío
  3. Indios, árabes y etíopes
  4. Reinado de Darío hasta la toma de Babilonia

IV. Melpómene

  1. Descripción de Escitia y las naciones vecinas
  2. Invasión de Escitia por Darío
  3. Descripción de Libia

V. Terpsícore

  1. Conquistas de los generales de Darío
  2. La revuelta jónica

VI. Érato

  1. Represión de la revuelta jónica
  2. Expedición de Mardonio
  3. Expedición de Datis y Artafernes; la batalla de Maratón

VII. Polimnia

  1. Muerte de Darío y reinado de Jerjes
  2. Batalla de las Termópilas

VIII. Urania

  1. La invasión del Ática y la batalla de Salamina
  2. La retirada de Jerjes

IX. Calíope

  1. La guerra continúa; batalla de Platea y sitio de Tebas
  2. La batalla de Mícala

Introducción

Imagínate en la ciudad de Atenas a finales del año 446 a. C. La orgullosa ciudad, después de muchos años de supremacía sobre toda Grecia central, ha pasado su apogeo y está en declive. Nunca se ha recuperado del golpe recibido en Coronea. Ha sido un año oscuro y sombrío. La primavera próxima traerá el final de la tregua de cinco años, y la invasión del Peloponeso es inminente. Pero, como centro del saber, del refinamiento y de las artes, el brillo de su fama sigue intacto, y los hombres cultos de todo el mundo consideran su vida incompleta hasta que han buscado y alcanzado esta Meca intelectual.

Durante este año, un extranjero de Halicarnaso, en Asia Menor, después de muchos años de viaje por Asia, Escitia, Libia, Egipto y la Magna Grecia, ha fijado su residencia en Atenas. Aún es joven —apenas tiene treinta y siete años—, pero su fama es la del primero y más grande de los historiadores. Ha habido dramaturgos y poetas inmortales, pero ningún hombre ha escrito una prosa tan exquisita.

Veinte siglos y más pasarán, y su historia será leída en cien lenguas diferentes, así como en el hermoso y sencillo griego que él escribió. Su nombre se convertirá en una palabra familiar; los jóvenes escolares se deleitarán con sus deliciosos relatos, y los sabios lo considerarán el padre de la historia. Durante semanas, el pueblo de Atenas ha escuchado embelesado la lectura pública de su gran obra, y ahora la Asamblea ha aprobado un decreto por el que se le ofrece el agradecimiento de la ciudad, junto con un regalo muy sustancial en reconocimiento de su talento: una bolsa de dinero equivalente a más de trescientos mil euros actuales.

Tal es el relato de Eusebio y de otros a los que podemos dar crédito con toda justicia; y no añade un ligero matiz de romanticismo a la imagen el descubrir entre la multitud que escuchaba la figura de un joven Tucídides, conmovido hasta las lágrimas por la lectura, que en ese momento recibió el impulso que hizo de él también un gran estudiante y escritor de historia. Heródoto, al darse cuenta de la intensidad con que su lectura había afectado al joven, se dirigió a Óloro, el padre de Tucídides, que estaba cerca, y le dijo: «Óloro, el alma de tu hijo anhela el conocimiento».

Heródoto nació en Halicarnaso en 484 a. C. y murió en Turio, Italia, hacia el año 425. Como en el caso de Plutarco, nuestros conocimientos sobre su historia personal son muy escasos, aparte de lo poco que podemos deducir de sus propios escritos. Sus padres, Lixes y Drío, parecen haber sido de alto rango y consideración en Halicarnaso, y poseedores de abundantes medios; y sus amistades, tanto en casa como en Atenas, eran de las mejores. Amante de la poesía y poeta por naturaleza, todo el plan de su obra, el tono y el carácter de sus pensamientos, y una multitud de palabras y expresiones, muestran que estaba perfectamente familiarizado con los escritos homéricos. Apenas hay un autor anterior a su época con cuyas obras no parezca haber estado completamente familiarizado. Hecateo, sin duda, era casi el único escritor de prosa que había alcanzado alguna distinción, ya que la composición en prosa estaba prácticamente en su infancia; pero de él y de varios otros, demasiado oscuros incluso para ser nombrados, cita libremente, mientras que los poetas, Hesíodo, Olén, Museo, Arquíloco, los autores de las Ciprias y los Epígonos, Alceo, Safo, Solón, Esopo, Aristeas, Simónides de Ceos, Frínico, Esquilo y Píndaro, son referidos o citados de tal manera que muestran un íntimo conocimiento de sus obras.

El propósito de Heródoto era registrar las luchas entre los griegos y los bárbaros, pero, al llevarlo a cabo, como Wheeler, el analista inglés de los escritos de Heródoto, ha expresado acertadamente, se ve llevado continuamente a rastrear las causas de los grandes acontecimientos de su historia; a relatar el origen de esa poderosa contienda entre la libertad y el despotismo que marcó todo el periodo; a describir los maravillosos hábitos y las misteriosas religiones de las naciones, y la admirable geografía y fabulosas producciones de los diversos países, tal como cada uno aparecía en la gran palestra; a hablar a un pueblo inquisitivo y crédulo de ciudades vastas como provincias y espléndidas como imperios; de estupendas murallas, templos y pirámides; de sueños, presagios y amonestaciones de los muertos; de oscuras tradiciones y su exacto cumplimiento; y así preparar sus mentes para la historia más maravillosa de los anales de los hombres, cuando toda Asia se unió en una interminable formación para aplastar a los pueblos de Grecia; cuando los ejércitos tendieron puentes sobre los mares y las armadas navegaron a través de las montañas; cuando hombres orgullosos y obstinados se levantaron en medio de la angustia, el terror, la confusión y la desesperación, y arriesgaron sus vidas y sus hogares contra el poder abrumador de un déspota extranjero, hasta que el mismo Cielo simpatizó con sus luchas, y los vientos y las olas liberaron a su país y abrieron el camino de la victoria y la venganza.

El carácter personal de Heródoto, reflejado en cada una de las páginas que escribió, hace que su vívida historia sea aún más felizmente adecuada para la lectura y el estudio de niños y niñas. Es tan franco como el sol; igual de imparcial con amigos y enemigos; sincero en la exposición de las dos caras de una cuestión; y un artista, además, en el don de delinear un personaje o un pueblo con unos pocos trazos rápidos, tan audaces y magistrales que el esbozo se presenta ante uno con nitidez estereoscópica. Para ser un escritor tan precoz, presenta una sorprendente unidad de plan, combinada con una variedad de detalles que resulta asombrosa. ¿Que abarrota y enriquece su historia con un mundo de anécdotas? ¿Que siempre se siente obligado a describirnos las costumbres, los usos, la vestimenta y las peculiaridades de un pueblo antes de comenzar su historia? Precisamente este estilo biográfico es el encanto de su pluma. Como las flores del magnolio, sus brillantes historias y vívidas descripciones a veces casi abruman la raíz y la rama de su narración; sin embargo, al fin y al cabo, recordamos la magnolia más por su nube de nívea floración en los pocos y fugaces días de mayo que por todo su verdor y sombra en los otros meses.

Heródoto, sin duda, carece de esa facultad clarividente de discernir con exactitud las verdaderas causas de los grandes movimientos, guerras y migraciones de los hombres, facultad que poseían sobre todo Tucídides y en gran medida Jenofonte, pero está igualmente alejado de la frialdad de uno y de la ostentosa exhibición del otro. Es ante todo natural, sencillo y directo. «Escribe —dice Aristóteles— frases que tienen un flujo continuo y que terminan únicamente cuando el sentido está completo». He permitido a Heródoto, como hice con Plutarco, contar su historia con sus propias palabras, tan fielmente como nuestro idioma puede reproducir el espíritu y la fluidez del griego, recurriendo con gratitud a los trabajos de estudiosos, analistas y traductores de Heródoto como Rawlinson, Dahlmann, Cary y Wheeler; y he descartado del texto solo lo que es inapropiado para el oído moderno, o lo que el público joven podría encontrar tedioso, redundante o irrelevante para la historia principal. Pero es tan poco lo que sobra que estoy seguro de poder decir con toda justicia: «Este es el propio Heródoto». Si lo lees hasta el final y no te gusta, ¿quién será el decepcionado? ¡No tú, sino yo!

Nueva York, 15 de junio de 1884

««Las historias de Heródoto» para todos los públicos, de John Stuart White» es un contenido de Paco Álvarez publicado en ACADEMIALATIN.com


Viewing all articles
Browse latest Browse all 516

Trending Articles