Este es un capítulo de Las historias de Heródoto para todos los públicos, de John Stuart White.
Esta es una recopilación de las investigaciones de Heródoto de Halicarnaso hecha para que las acciones de los hombres no sean borradas por el tiempo y para que las grandes y maravillosas hazañas de griegos y bárbaros no sean privadas de renombre; y, además, para que se conozca la causa por la que se hicieron la guerra unos a otros.
Los sabios entre los persas afirman que los fenicios fueron los causantes originales de la disputa; que ellos emigraron de lo que se llama el mar Rojo al Mediterráneo y, habiéndose establecido en el país que ahora habitan, se aplicaron de inmediato a viajes lejanos; y que exportaban mercancías egipcias y asirias, con escala en otros lugares, y también en Argos. En aquella época, Argos superaba en todos los aspectos a todos los pueblos que ahora se engloban bajo el nombre general de Grecia. Dicen que, a su llegada a Argos, los fenicios expusieron sus mercancías para la venta y que, en el quinto o sexto día después de su llegada, cuando casi habían vendido su mercancía, un gran número de mujeres bajaron a la orilla del mar, y entre ellas estaba la hija del rey Ínaco. Mientras estas mujeres estaban de pie cerca de la popa del barco y estaban regateando por las cosas que más les agradaban, los fenicios las asaltaron. La mayoría de las mujeres escaparon, pero Ío y otras fueron apresadas. Entonces los mercaderes embarcaron a toda prisa y zarparon hacia Egipto. Así dicen los persas que Ío fue a Egipto, y que este fue el principio de los males.
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Después de esto, ciertos griegos —pues son incapaces de decir su nombre—, habiendo tocado en Tiro, en Fenicia, se llevaron a la hija del rey, Europa. Debían de ser cretenses; hasta este suceso, dicen que solo habían hecho lo mismo que les habían hecho a ellos, pero que, después de esto, los griegos fueron culpables de la segunda provocación, pues, habiendo descendido en una nave de guerra hasta Eea, una ciudad de Cólquide junto al río Fasis, cuando hubieron cumplido el objeto más inmediato de su expedición, se llevaron a la hija del rey, Medea; y el rey de Cólquide, habiendo enviado un heraldo a Grecia, exigió una compensación y la restitución de la princesa; pero los griegos respondieron que, como los de Asia no habían dado reparación por el robo de Ío, no se la darían a ellos.
En la segunda generación después de esto, Alejandro, el hijo de Príamo, habiendo oído hablar de estos acontecimientos, estaba deseoso de obtener una esposa de Grecia por medio de la violencia, ya que estaba plenamente persuadido de que no tendría que dar una compensación, ya que los griegos no lo habían hecho. Así pues, cuando se hubo llevado a Helena, los griegos enviaron inmediatamente mensajeros para exigir que se la devolvieran y para exigir una compensación; pero, cuando llegaron con esas demandas, recibieron esta respuesta:
—Vosotros, que no habéis dado satisfacción, ni siquiera cuando se os ha exigido, ahora queréis que otros os la den.
Después de esto, los griegos tuvieron mucha culpa, pues emprendieron la guerra contra Asia antes de que los asiáticos lo hicieran contra Europa. Ahora bien, según los persas, raptar mujeres con violencia es propio de hombres perversos; preocuparse por vengarlas cuando son raptadas es propio de necios; y no prestarles atención cuando son raptadas, de sabios, pues es evidente que, si no hubieran estado dispuestas, no habrían podido ser raptadas.
Por esto dicen los persas que los asiáticos no tenían en cuenta a las mujeres que se llevaban; pero que los griegos, por una mujer lacedemonia, reunieron una poderosa flota, navegaron a Asia y destruyeron el imperio de Príamo. Desde este suceso siempre habían considerado a los griegos como sus enemigos, pues los persas reclaman Asia y las naciones bárbaras que la habitan como suyas y consideran a Europa y al pueblo de Grecia como totalmente distintos.
Tal es el relato persa, y a la toma de Troya atribuyen el comienzo de su enemistad con los griegos. En cuanto a Ío, los fenicios no están de acuerdo con este relato de los persas, sino que afirman que se embarcó voluntariamente con los mercaderes. Yo, sin embargo, no voy a indagar más en cuanto a los hechos, sino que, habiendo señalado a la persona que yo mismo sé que fue la primera culpable de injusticia hacia los griegos, proseguiré con mi historia, tocando tanto los pequeños como los grandes ámbitos de los hombres, pues de los que antes eran poderosos muchos se han vuelto débiles, y algunos que antes eran débiles se volvieron poderosos en mi época. Conociendo, por lo tanto, la naturaleza precaria de la prosperidad humana, hablaré de ambos por igual. Creso era lidio de nacimiento, hijo de Aliates y soberano de las naciones de este lado del río Halis. Este río, que fluye desde el sur entre los sirios y los paflagonios, desemboca hacia el norte en el mar Euxino. Este Creso fue el primero de los bárbaros que conocemos que sometió a algunos griegos al pago de tributos y formó alianzas con otros. Sometió a los jonios y eolios, así como a los dorios que se habían asentado en Asia, y formó una alianza con los lacedemonios; pero antes de su reinado todos los griegos eran libres.
«Origen de la guerra entre los griegos y los bárbaros» es un contenido de Paco Álvarez publicado en ACADEMIALATIN.com