A continuación tienes la transcripción (revisada y algo modificada) de la traducción de las Elegías de Lígdamo de la mano de Joaquín Demetrio Casasús (1858-1916); más información.

Elegía I
Llegaron ya de marzo las calendas;
del romano hoy el año principiaba;
por eso hoy van con pompa los obsequios
de Roma por las calles y las casas.
Musas, decid: ¿qué ofrenda enviaré a Neera,
que, ora mía o ya infiel, me es siempre cara?
Las hermosas conquístanse con versos;
cautívase con oro a las avaras;
mas, como ella es hermosa como nadie,
dignos de ella no más mis versos halla,
tela amarilla envuelva al blanco libro,
la pómez pula su aspereza cana,
que con letras inscríbase mi nombre
del tenue pergamino en la parte alta,
y entre los bordes el botón se pinte;
así debe mi obra ser enviada.
A vosotras, ¡oh, musas!, yo os lo ruego
por la Castalia sombra y Pierias aguas:
tal como mi obra está, dádsela a Neera;
que no tenga mi libro ni una mancha,
que ella diga si es mutuo el amor nuestro,
si es menor, o si acaso ya no me ama.
Mas antes presentadle mis saludos,
decidle en tono humilde estas palabras:
«Neera, tu amante ayer, mas hoy tu amigo,
te ruega que recibas esta dádiva,
y te jura que, ya su amiga seas
o su esposa, ha de amarte con el alma.
Sé su esposa mejor; de así llamarte
perderá al morir solo la esperanza».
Elegía II
Quien primero al amante de su amada
separó, o a ella de él, ¡ay!, fue de hierro;
y duro fue quien soportó tal pena
y vivir pudo de su amada lejos.
No tengo tal firmeza: aun a las almas
las más fuertes quebranta el sufrimiento;
y decir la verdad no me avergüenza
ni de mi vida confesar los duelos.
Cuando yo me convierta en tenue sombra
y el polvo cubra ya mis blancos huesos,
que Neera, ante mi pira, triste venga
para llorarme, sueltos sus cabellos,
y que, al venir, su madre la acompañe,
y ella llore a su amante, esta a su yerno.
Después de orar y de invocar a mi alma,
con manos puras, que en sus trajes negros
ambas pongan mis huesos calcinados,
postrimero residuo de mi cuerpo;
que los bañen después con blanca leche,
que piadosas les rieguen vino añejo
y con lienzos de lino los enjuguen
para llevarlos a mi tumba secos;
que allí viertan perfumes de Pancaya
y de Arabia y de Asiria y que allí mesmo
ellas su llanto a los perfumes mezclen;
que me honren así después de muerto.
Mas de mi fin para expresar la causa
grábense en mi sepulcro aquestos versos:
«Ligdamo yace aquí; causó su muerte
de perder a su Neera el sufrimiento».
Elegía III
¿Para qué al cielo fatigar con votos,
con muchas preces y con blando incienso,
si no quise nacer de ilustre casa,
ni pisar siempre mármoles soberbios,
ni arar muchas yugadas con mis toros
para inmensa cosecha hallar en premio,
sino mis dichas compartir contigo
y apoyar mi vejez sobre tu seno
hasta tomar a la hora de la muerte,
ya desnudo, la barca del Leteo?
¿Qué me importan del oro el peso grave,
o abrir con bueyes mil un fértil suelo,
palacios sustentados por columnas
de Tanaro y Caristo, y allí en ellos
parques tener que a bosques se asemejen,
marmóreos pisos y dorados techos,
y la lana con múrice teñida
y las perlas que esconde el golfo Pérsico
y cuanto el pueblo admira? ¡Falsos bienes
que solo ama y envidia el vulgo necio!
No el humano dolor el oro cura;
gobierna al hombre su destino ciego.
Será alegre contigo mi pobreza,
las riquezas de un rey sin ti no quiero.
¡Oh, mil veces feliz el fausto día
que haya de devolverte a mí de nuevo!
¡Ah, si diese mi dios fácil oído
al voto que hago yo por tu regreso!
Despreciara del orbe las riquezas
y el oro del Pactolo y los imperios.
Que otros esto deseen, y yo pobre
con mi Neera vivir pueda contento.
Venus, que vas llevada por tu concha,
y tú, Juno, escuchad mi humilde ruego.
Mas si las parcas que el futuro cantan
y los hados me niegan su regreso,
llámame tú a habitar, pálido Orco,
tus vastos ríos y tus lagos negros.
Histori(et)as de griegos y romanos

Lo más probable es que ames el latín, el griego, el mundo clásico en general...
Si te gustan los griegos y romanos, el mundo antiguo y las historias, historietas y anécdotas… tengo histori(et)as de griegos y romanos para ti.
Cada día recibirás un correo con una histori(et)a de griegos al principio y más tarde de romanos. Las lees en menos de cinco minutos.
Elegía IV
Lo mejor dadme, ¡oh, dioses! Que mi ensueño
de la noche de ayer cierto no sea.
¡Oh, ensueños!, lejos id: tornad el rostro,
buscar fe en mí no pretendáis. Enseñan
los dioses la verdad, y las entrañas
que el arúspice ve se la revelan.
Mas con nosotros juegan los ensueños
y al asustado espíritu amedrentan,
y el hombre de la noche el mal presagio
con centeno y con sal tan solo aleja.
Ya juzgue los ensueños mentirosos
o, ya que la verdad ellos nos muestran,
que Lucina disipe mis temores
o haga que sin razón yo no los tema,
si culpable no soy de odioso crimen
ni de los dioses blasfemó mi lengua.
Ya la Noche, después de haber medido
el mundo etéreo en su cuadriga negra,
de su carro en el mar la rueda hundía,
y el útil dios que cura las tristezas
a mi espíritu aún no consolaba.
Huye el sueño la casa de quien vela.
Al fin cerró mis fatigados ojos
cuando Febo de luz bañó la tierra.
Entonces, de laurel la sien ceñida,
de pie miré yo a un joven en mi puerta.
Nunca, ni aun en los tiempos de los héroes,
un joven más hermoso el mundo viera.
Flotaban sus cabellos en su espalda
de nardo asirio destilando esencias;
blanco era cual la luna; mas su cuerpo
la púrpura encendió cual a la tierna
mejilla de la esposa el rubor tiñe
cuando al tálamo va por vez primera,
cual enrojece otoño a las manzanas
y al lino el amaranto colorea.
Una clámide larga lo envolvía;
tal veste de su cuerpo digna era.
Una obra de arte rara, de oro y nácar,
una lira, colgábale a la izquierda;
dulce canto sus labios modularon,
con plectro de marfil tañó sus cuerdas
y la voz con la música al unirse
pronunció estas palabras con tristeza:
«Salve, amor de los dioses; Febo y Baco
y las musas protegen al poeta,
mas no Baco y las musas decir saben
lo que trae la hora que nos llega;
de los hados la luz y lo futuro
solo a mi ver mi padre concediera.
Lo que vate veraz yo, dios del Cintio,
te digo a ti, como verdad acepta.
La que amas tú cual madre ama a su hijo,
más que un esposo a su consorte bella,
esa por quien al cielo elevas votos
y que un día tranquilo no te deja,
esa que cuando el sueño a ti te envuelve
siempre te engaña con visiones negras,
la Neera a quien cantas en tus versos
a pesar de que de otro ser anhela,
hoy no agita por ti su mente impía,
ir casada a tu hogar ya no le alegra.
¡Que mueran las que engañan! ¡Oh, cruel raza
que el nombre de mujer indigna llevas!
Mas vencerla pudieras, que es mudable;
tiende con fe los brazos hacia ella;
cruel Amor enseñó tales trabajos,
cruel Amor enseñó a sufrir tal pena.
En otro tiempo yo las níveas vacas
de Admeto apacenté, la historia es cierta;
no entonces me alegraba con la lira
ni acompañé mis cantos con sus cuerdas;
entonces yo, hijo de Latona y Jove,
cantar solo ensayaba con la avena.
Lo que es Amor no sabes; si rehúsas
sufrir a amante cruel y a esposa fiera,
nunca a las quejas recurrir olvides,
vencen a pechos duros preces tiernas,
si el oráculo es cierto en mis santuarios,
a ella en mi nombre estas palabras lleva:
«Esta feliz unión Delio te ofrece,
de amar a otro hombre para siempre deja».
Dijo, y el sueño abandonó mi cuerpo.
¡Que jamás tanto mal mirar yo pueda!
No pueden ser opuestos nuestros votos
ni tal crimen caber en tu alma tierna.
No las aguas del Ponto te engendraron
ni la que fuego arroja, la Quimera,
ni el perro de serpientes rodeado
que tiene tres cabezas y tres lenguas,
ni Escila cuyo vientre canes ciñen
ni leona cruel de fuerza llena,
ni las tierras de Sirtes o de Escitia,
sino, en la casa culta do se hospedan,
tu madre, la más dulce de las madres,
y el mejor de los padres de la tierra.
¡Que en buenos trueque el dios mis sueños crueles
o los arrastre el viento en su carrera!
Elegía V
Os retiene, a pesar del can estivo,
la onda que mana de la etrusca fuente,
que iguala a la de Bayas, cuando al campo
la hermosa primavera a alegrar vuelve.
Mi última hora me anuncia Proserpina;
dañar evita, ¡oh, diosa!, a un inocente.
No de la Buena Diosa enseñé el culto
que los varones profanar no deben;
jamás jugos mortíferos mi mano
vertió en las copas que ofrecí a las veces;
fuego no puse a un templo, a mi conciencia
ningún hecho nefando le remuerde;
jamás contra los dioses a mi adversos
llegué yo a blasfemar sana la mente,
y aun mi cabello en blanco no se torna,
ni la vejez rugosa tarda viene;
y mis padres nacer viéronme el día
en que hiriera a dos cónsules la Muerte.
¿Quién el fruto al nacer arrancar manda,
y cortar a la vid las uvas verdes?
¡Perdóname tú, ¡oh, dios!, que el Orco riges
y a quien el tercer reino tocó en suerte!
Yo en los Campos Elíseos, yo en la barca
negra del Aquerón quisiera verme,
mas cuando anciano ya, marchito el rostro,
viejas historias a los niños cuente.
¡Ojalá que no más un terror vano
me inspiren los ardores de la fiebre!
Mas hace ya, ¡oh, amigos!, quince días
que mis miembros enfermos languidecen.
Los dioses celebrad de la onda etrusca,
cruzad con brazo lento su corriente.
¡Felices, hoy vivid! Mas recordadme,
vivo esté o en el seno de la muerte.
A Plutón ofreced ovejas negras
y mezclada con vino blanca leche.
Elegía VI
Sea tuya la vid, hermoso Baco;
ven, ceñidas tus sienes con la hiedra.
Tú mismo cura mi dolor; vencido
fue el amor por el vino con frecuencia.
Dadnos Falerno, esclavo, en abundancia;
de vino añejo nuestras copas llena.
¡Oh, penas y trabajos!, lejos idos;
Delio cual buen presagio reverbera.
Dulces amigos, secundad mi intento:
que todos como a jefe me obedezcan.
Si con vino luchar alguien rehúsa,
de una pérfida amada burla sea.
El Amor ennoblece; al fuerte humilla
y al yugo de su amada lo sujeta;
vence a tigres de Armenia y a leones
y da a los indomables alma tierna.
Esto y más vale Amor; pero de Baco
el don pedid: ¿amáis las copas secas?
Baco es equitativo y nunca torvo
contra el que culto ríndele se muestra;
mas él contra el que es sobrio viene airado;
el que tema su cólera que beba.
Cuantas penas inflige y contra quienes,
de Penteo la muerte nos lo enseña.
Yo no debo abrigar temores tales:
que ella del dios herido la ira sienta.
¿Qué pido yo? Mis votos temerarios
arrebatados por los vientos sean.
Aunque, Neera, de mí ya no te cuides,
feliz sé y tu destino hermoso veas.
Yo a los festines volveré como antes;
tras de la tempestad la calma llega.
Yo no puedo imitar falsa alegría:
si estoy triste, fingirla inútil fuera;
sienta la risa mal sobre mis labios,
mal frases ebrias en mi boca sientan.
¿De qué, infeliz, me quejo? Penas, idos;
odia el padre Leneo la tristeza.
Sola en ignoto mar lloraste, Ariadna,
del perjuro Teseo las promesas,
y por ti, hija de Minos, de tu esposo
cantó Catulo la traición horrenda.
Yo no os quiero enseñar; feliz quien puede
su desdicha evitar viendo la ajena.
No os engañen al cuello echando el brazo
o con los ruegos de engañosa lengua,
que, si juran falaces por sus ojos
por Venus y por Juno, no hay que creerlas.
De estos perjurios Júpiter se ríe,
y al irritado viento los entrega.
Mas yo, ¿por qué lamento su falsía?
Idos lejos de mí, palabras serias.
¡Quién velara contigo largos días
y largas noches junto a ti durmiera!
¡Oh, tú, pérfida y cruel mas siempre injusta
pero amada a pesar de ser tan pérfida!
Ama Baco a las náyades. ¡Oh, esclavo,
con agua Marcia el vino añejo tiempla!
Yo no he de suspirar toda la noche
porque huya nuestra mesa, esquiva, Neera
y de un oscuro amante el lecho busque.
Esclavo, vierte vino, y más apriesa.
Tiempo ha que debí ungir mi sien con nardo
y con flores ceñir mi cabellera.
Fuente, créditos, etc.
Mi versión para AcademiaLatin.com está basada en esta edición de 1904-5 disponible en Archive.org. Más allá de transcribir, he modernizado algo la ortografía y la puntuación.
La imagen destacada es Últimos momentos de Pompeya: La casa del poeta, de Pierre Olivier Joseph Coomans (1816-1889).
«Elegías de Lígdamo» es un contenido de Paco Álvarez publicado en ACADEMIALATIN.com