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Poemas de Alceo

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A continuación tienes la transcripción (revisada y algo modificada) de los poemas de Alceo, de la mano de los hermanos Canga-Argüelles (José Antonio de Canga-Argüelles y Cifuentes-Prada [1771-1842] y su hermano Bernabé [c. 1770-1812]); más información.

Odas

I. A Harmodio y Aristogitón

Yo llevaré mi espada
de mirto coronada,
como Aristogitón y Harmodio hicieron,
cuando al fiero tirano
mataron, y en Atenas
la igualdad de la ley establecieron.
¡Oh, Harmodio!, tú no has muerto:
tú estás, según se dice,
en la isla de los bienaventurados,
do están los esforzados
Aquiles el ligero
y el gran Diomedes, hijo de Tideo.

Yo llevaré mi espada
de mirto coronada,
como Aristogitón y Harmodio hicieron,
cuando al tirano Hiparco
en las solemnes fiestas
de la sacra Minerva muerte dieron.
Será entre los mortales
eterna vuestra gloria,
caro Aristogitón y Harmodio amado,
porque al tirano airado
matasteis; y en Atenas
la igualdad de la ley establecisteis.

II. A Pan

Ío, gran Pan, que imperas
en la Arcadia abundante:
¡oh, Bromio saltador!, mil veces ío,
¡ío, almo Pan!, mis odas lisonjeras
tu fístula discante,
viniendo alegre al regocijo mío.
Puesto que el cielo pío
nos ha dado victoria,
y mi deseo rebosó colmado,
cantemos, pues, la gloria
de haber arrebatado
la gran Minerva, de Pandroso amado.

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III. Súplica

¡Oh!, tú, Tritonia Palas,
gran reina y poderosa,
regir esta ciudad te venga en grado
sin sediciones malas
ni muerte presurosa;
y tú, de las riquezas padre airado,
y tú, pueblo sagrado
de Olimpia, do las horas
ceñidas de placeres
nos dan el don de Ceres,
y tú, gran Proserpina: almas señoras
de Júpiter nacidas,
proteged este pueblo, agradecidas.

IV. Del invierno

Sus lluvias Jove envía,
y en negra tempestad se enturbia el cielo.
Creciendo en demasía
van los arroyos inundando el suelo,
y el perezoso invierno
viene ceñido de rigor eterno.

Mas tú, encendiendo el fuego,
vierte y derrama en abundancia el vino
sabroso y dulce, luego;
y dale, entre otros mil, dale el destino
de regar la cabeza,
y el tierno bozo, que a apuntar empieza.

V. A los compañeros

Bebamos, pues, bebamos:
la lámpara luciente
¿a qué fin la esperamos?
El día va volando brevemente,
y el vino, ya en las tazas derramado,
formando mil colores,
brinda y convida al paladar cansado.
El vino delicado,
cuyos dulces favores
debidos son al hijo de Semele,
y Jove soberano,
que de los males bárbaros se duele,
y al olvido los da con franca mano.
Derrama, pues, derrama:
colma este vaso, aquel al punto llena,
que el uno al otro llama,
y haz una mezcla buena
a dos de vino ardiente
juntando uno de agua solamente.

VI. El deseo

¡Oh, si mi lira fuera
de marfil fabricada,
y si al coro de Baco me llevase
una tropa ligera
de jóvenes formada,
y todo mi semblante relumbrase,
y hermoso se ostentase
cual oro no tocado,
y de una hermosa niña fuese amado!

VII. De sí mismo

Yo mucho más, amado Baco, bebo
que cíclope sañudo,
cuando beodo, del humano cebo
llenó su vientre crudo.

Bebo, gran Baco, y ojalá pudiera
del enemigo airado
cortar la testa: entonces yo bebiera
de Filipo malvado

en el cráneo feroz vino sabroso.
Filipo, que la muerte
gustó en el vaso amigo, venenoso
con merecida suerte.

VIII. De los males

¿Qué utilidad sacamos
de dar el pecho a los sañudos males?
¿Ni qué placer hallamos
en angustias mortales?

Venga el vino sabroso,
que no hay mejor remedio a los dolores
que beodo y gozoso
disfrutar sus favores.

IX. Del estío

¡Oh!, mis pulmones riega
con delicioso vino,
que ya el estío rígido se allega.
Nace el astro mali[g]no,
y ya todas las cosas
anhelantes, y ansiosas
de pura sed, alampan de contin[u]o.

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X. A un amigo

Bebe, querido amigo,
bebe unido conmigo:
la dulce pubertad conmigo pasa,
conmigo te corona;
y si de seso mi cabeza escasa
loquea, tú me abona.
Y si gozo de juicio,
de juicioso también haz el oficio.

XI. Descripción de una tempestad

De un lado un ola se levanta al cielo,
y otra del otro, con furor se eleva:
en negra nave su rigor nos lleva
en torno, y cubre de funesto velo.

Con gran fatiga y mísero recelo
su altiva furia nuestras fuerzas prueba:
hace que el vaso ya las ondas beba,
y el recio mástil le derriba al suelo.

Bramando horrible, el piélago sañudo
las velas rompe y las deshace airado
tal que desparecerlas todas pudo.

Las áncoras del casco derrotado,
ya separadas, a su impulso rudo
se van huyendo por el mar salado.

Epigramas

Epitafio a los diez mil

Los diez mil, caminante, aquí yacemos,
y ni el sepulcro ni el honor tenemos

de ser llorados: en Emacia estamos
y a Emacia daños bárbaros paramos;

mas de Filipo el loco atrevimiento
huyó cual ciervo rápido y violento.

II. A la estatua de un atleta

Esta estatua de bronce, do se mira
la fuerza que a sí tira, oh, pasajero,
los ojos por entero, es del nombrado
Critómaco esforzado, cuya fiera
fortaleza la austera Grecia vía.
Poco ha que revolvía entre sus manos
los cestos no livianos, y el terrible
pancracio, con la horrible mano armada.
Su espalda mancillada no se ha vido
en el polvo movido, la tercera
vez, y con alma fiera y valerosa,
del Istmo en la gloriosa, alta palestra,
tres veces dio gran muestra: en estos juegos
fue entre todos los griegos el primero
que logró el lisonjero premio amado;
y Hermócrates, osado, padre suyo,
cuya gran gloria y cuyo nombre honroso
se nombra respetoso, en la gran Tebas
de siete puertas pruebas señaladas
dio de esforzadas manos coronado.

III. Epitafio a Hiponacto

Después que muere el viejo, no mantiene
en su tumba las uvas, flor del vino,
y en su lugar espina y zarzas tiene,
que el labio aprietan con rigor dañino
y las áridas fauces del viajero
sediento; mas cualquiera pasajero

que pase por la tumba do reposa
el mísero Hiponacto eternamente
ruegue con alma tierna y fervorosa
que descanse el cadáver blandamente.

IV. De la meretriz y el bañero

En mucho, a la verdad, son parecidos
la meretriz infame y el bañero,
pues lavan en un baño juntamente
al malo, confundido con el bueno.

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Fragmentos

I

El escorpión se oculta
bajo de cualquier piedra.
¡Cuenta, tal vez, que no te hiera airado!
Así también el dolo
en negra oscuridad está encerrado.

II

Amado compañero,
los buenos ama, y de los malos huye.
Y ten por verdadero
que del hombre malvado
es siempre la amistad en corto grado.

III

Desde la seca arena
lo que hay que navegar mirar conviene,
si ya industria se tiene
bastante, y si se puede;
pero, después de estar al mar fiado,
proseguir con el viento que nos sopla
es consejo acertado.


Noticias bibliográficas

Noble y turbulento ciudadano de Mitilene, en la isla de Lesbos, los accidentes de la vida de Alceo están ligados con la historia de su ciudad natal. Sostuvo con pasión los privilegios de su clase, amenazados por los partidos democráticos, que, como acontecía en el Peloponeso, ponían en Lesbos a su frente, con extensas atribuciones, ambiciosos y hábiles jefes; de aquí los gobiernos de uno solo, llamados tiranías o principados.

Contra Melancro, uno de estos tiranos de Mitilene, se sublevaron los hermanos de Alceo, Antiménide y Cicis, aliándose al hombre de Estado más importante de su época, el célebre Pítaco, y matando al usurpador (año 612 a. C.). Luchaban al mismo tiempo los de Mitilene con los atenienses, y Alceo y sus compatriotas fueron derrotados, aunque Pítaco mató en combate singular a Frinón, jefe de los atenienses (año 606 a. C.).

Continuó Mitilene dividida en bandos, cuyos jefes convertíanse en verdaderos tiranos. Tales fueron Mírsile, Melagagiro y los Cleanactides. El partido aristocrático, a que pertenecían Alceo y Antiménide, fue expulsado de Mitilene, y ambos hermanos anduvieron por algún tiempo errantes. Alceo emprendió largos viajes hasta Egipto, y Antiménide entró al servicio de los babilonios, probablemente en la guerra que Nabucodonosor hizo al faraón egipcio Necao y a los Estados de Siria, Fenicia y Judea (de 606 a 584 a. C.).

Algún tiempo después aparecen los dos hermanos en las inmediaciones de su ciudad natal, procurando entrar en ella por fuerza al frente del partido aristocrático. Entonces fue cuando el pueblo, en asamblea general, eligió por jefe y gobernador a Pítaco para que defendiera la constitución.

Duró la administración de Pítaco de 590 a 580 a. C., teniendo la suerte de vencer al partido expulsado y de atraérselo por su elocuencia y moderación. Reconciliose hasta con Alceo, y el perseguido poeta acaso vio trascurrir tranquilos en su patria los últimos años de su vida.

Entre tantas vicisitudes y peligros resuena la lira de Alceo, no para lamentar, como Solón, los males de la patria con atenta calma e imparcial patriotismo, ni para mostrarle el remedio, sino para expresar las emociones violentas de su alma y para comunicar a los otros el ardor de sus sentimientos.

Cuando Mírsile estuvo a punto de fundar un gobierno tiránico en Mitilene, compuso Alceo la bella oda en que compara el Estado a un buque azotado por la tempestad, que las olas balancean, mientras las aguas llegan al pie del palo mayor y el huracán desgarra las velas. Conocemos esta oda no solo por un importante fragmento del original, sino también por la feliz imitación de Horacio, que, sin embargo, no vale lo que el modelo.

Muerto Mírsile, da rienda Alceo a su alegría en otra oda que también aprovechó Horacio por lo menos para empezar una de las más bellas del poeta latino.

Sigue Alceo luchando con las armas de la poesía contra las aspiraciones de Melagagiro y los Cleanactides a una dominación desigual, aunque también, según Estrabón, era culpable el poeta de empresas opuestas a la constitución de Mitilene.

El descontento de Alceo no cesó por la proclamación de Pítaco para jefe del Gobierno. Pítaco fue desde entonces el blanco de sus apasionadas censuras, a pesar de que la Antigüedad entera le elogia como hombre de Estado prudente, reflexivo, patriota, cuya virtud republicana probó devolviendo a los diez años de administración la autoridad que el pueblo le había confiado.

Alceo insulta al pueblo por haber hecho tirano de la infortunada ciudad al rústico Pítaco, y llena a este de ultrajes más propios del yambo que de la lira eólica, censurándole unas veces su vulgar aspecto, otras la mezquindad de su manera de vivir, poco digna de un caballero. Comparado a Pítaco, parecíale el antiguo tirano Melancro «digno del respeto de la ciudad».

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En este género de poesías, que los antiguos llamaban cantos sediciosos, presenta Alceo la imagen viviente de lo que era la situación política de Mitilene juzgada bajo su exclusivo punto de vista. Estos cantos bélicos están hechos con aliento vigoroso y marcial, aunque no inspirados en los principios del honor militar, tan severos entre los dorios, y especialmente entre los espartanos.

Adviértese en la obra poética de Alceo un carácter noble, pero inquieto, irritable y fácil a violentas pasiones. Las numerosas poesías dedicadas a cantar el vino y el amor así lo atestiguan. El vino no es para Alceo medio de sensuales goces; canta sus nobles y en cierto modo morales efectos, porque no solo hace olvidar las penas, sino que, abriendo el corazón, es espejo de los hombres, enseñándoles la verdad. Por las imitaciones de Horacio y por los fragmentos que han llegado a nosotros, se deduce que las canciones báquicas de Alceo eran siempre inspiradas en sucesos de su época o en reflexiones sobre el destino de los seres humanos.

De la poesía erótica de Alceo apenas ha llegado nada a nuestros tiempos. De lo contrario, conoceríamos las relaciones entre Alceo y Safo, mientras apenas puede juzgarse la delicadeza y pasión de dos sentimientos del poeta por insignificantes fragmentos.

Las canciones báquicas y eróticas no son de un sibarita afeminado, de un libertino atento solo a los goces sexuales. Alceo es en ellas el hombre vigoroso y batallador, siempre en lucha y movimiento. El tumulto de la guerra, los combates políticos, las desgracias, el destierro, las peregrinaciones lejanas, forman el fondo del cuadro de su vida, donde solo por contraste aparece de vez en cuando la indolente alegría. A las imitaciones de Horacio, a pesar de la delicadeza de los pensamientos y del arte admirable de ejecución, les falta lo que era esencial en la poesía eólica, la emoción del alma y la sinceridad de la pasión.

Menos original que en sus otras composiciones se muestra Alceo en las poesías religiosas, en los himnos que escribió en honor de diversas divinidades. Por las citas de los antiguos se sabe que el elemento épico tenía parte principal en estas poesías; la narración era tan detallada y fiel que el plan de estas composiciones debió diferir mucho de sus demás poesías, expresión concisa de sentimientos y de ideas.

En los pequeños fragmentos que han quedado se advierte que Alceo empleaba en los himnos igual metrificación y el mismo género de estrofas que en sus otras composiciones, aunque estos versos cortos y estas pequeñas estrofas fueran obstáculo al desarrollo de la narración. Alceo pudo, sin embargo, como lo hizo Horacio algunas veces, continuar la idea y aun la frase en una serie de estrofas. ¡Imagínese cuál sería el exquisito gusto de los poetas antiguos, y especialmente de Alceo, que, por la elección y manejo de las formas métricas, ponía asunto y forma en perfecta armonía!


📚 Fuentes y aclaraciones

Esta traducción, de los hermanos Canga-Argüelles (1771-1842 y c. 1770-1812), fue publicada originariamente en 1797. Tanto los poemas de Alceo en griego como esta traducción de los hermanos Canga-Argüelles se encuentran en dominio público porque todos murieron hace más de 80 años.

Mi versión para AcademiaLatin.com está basada en la publicación posterior, de 1884, de la Biblioteca clásica de Luis Navarro, concretamente en este escaneado disponible en Google Books. Más allá de transcribir, he modernizado algo la ortografía y la puntuación; dentro de los poemas he mantenido los nombres latinos en lugar de cambiarlos a los griegos (p. ej. Júpiter por Zeus).

La imagen destacada es Safo y Alceo, de Lawrence Alma-Tadema (1836-1912).


📝 Licencia

Esta transcripción la he hecho yo mismo para publicarla en AcademiaLatin.com. El texto original se encuentra en dominio público, por lo que lo lógico es que la mera transcripción esté en dominio público.

Sin embargo, además de la transcripción y publicación del texto en dominio público, hay también cierto trabajo de edición (corrección, modernización de ortografía y puntuación, etc.) por mi parte, por lo que, si no es molestia, agradecería que el material se usara con licencia Creative Commons BY: sin ninguna restricción, pero con atribución a AcademiaLatin.com y, si es posible, un enlace a la página de la que se ha tomado el texto.

Puntualización: las grabaciones (vídeos de YouTube, audios en Spotify, etc.) que yo pueda tener publicadas a partir del texto no son de dominio público, sino que las publico con una especie de licencia Creative Commons BY-NC-SA; en resumen: puedes embeberlos (insertarlos) en tu web/plataforma, pero no puedes descargarlos para resubirlos.

Si estos materiales te son de utilidad, considera un mecenazgo 🤏 sumamente asequible. Esto me ayuda a seguir publicando contenidos de temáticas como las siguientes:

«Poemas de Alceo» es un contenido de Paco Álvarez publicado en ACADEMIALATIN.com


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