Quantcast
Channel: ACADEMIALATIN.com
Viewing all articles
Browse latest Browse all 516

Primera actuación (17-25)

$
0
0

A continuación tienes una de las partes de la Conjuración de Catilina de Salustio (trad. Gabriel de Borbón).

17

Por los días, pues, últimos de mayo o primeros de junio, en el consulado de Lucio César y Gayo Fígulo, los fue primero llamando en particular: exhortó a unos, exploró a otros, y les hizo patente su gran poder, lo desprevenida que se hallaba la república, y las ventajas grandes que de la conjuración podían prometerse.

Ya que hubo bastantemente averiguado lo que quería, convoca en común a los más necesitados y resueltos. De los senadores concurrieron Publio Léntulo Sura, Publio Autronio, Lucio Casio Longino, Gayo Cetego, Publio y Servio Silas (hijos de Servio), Lucio Vargunteyo, Quinto Anio, Marco Porcio Leca, Lucio Bestia, Quinto Curio; de los caballeros, Marco Fulvio Nobilior, Lucio Estatilio, Publio Gabinio Capitón, Gayo Cornelio; y con ellos mucha gente distinguida de las colonias y municipios.

Había asimismo varios que, sin acabar de descubrirse, eran sabedores de este tratado, a los cuales estimulaba más la esperanza de mandar que la pobreza u otro infortunio.

Pero lo más de la juventud, y especialmente los nobles, favorecían abiertamente el designio de Catilina. Los mismos que en la quietud de sus casas podían tratarse con esplendidez y con regalo, preferían lo incierto a lo cierto, querían más la guerra que la paz.

Tampoco faltó en aquel tiempo quien creyese que Marco Licinio Craso nada ignoraba de esta negociación; porque como Gneo Pompeyo, su enemigo, se hallaba a la sazón mandando un grande ejército, inferían de ahí que desearía hubiese quien hiciera frente a su poder, y que podría por otra parte prometerse que, si prevalecía la conjuración, sería sin dificultad alguna el principal entre sus autores.

Aprende latín y griego antiguo desde cero al mejor precio con esta oportunidad única. Aprovecha el combo latín & griego antiguo por 399 € para siempre.

Accede a las futuras ampliaciones con textos largos, actividades concretas, etc. Un solo pago, acceso para siempre, sin suscripciones recurrentes.

18

Pero ya en otra ocasión se habían conjurado algunos, y entre ellos el mismo Catilina, cuyo hecho referiré lo más puntualmente que pueda. Siendo Lucio Tulo y Marco Lépido cónsules, Publio Autronio y Publio Sila, nombrados para el mismo empleo en el siguiente año, fueron declarados por indignos de él, en castigo de haber sobornado los votos. Poco después fue acusado Catilina de cohechos, y se le impidió pedir el consulado por no haberse purgado dentro del término de la ley.

Vivía al mismo tiempo Gneo Pisón, mancebo noble, sumamente arrojado, pobre y de genio turbulento, a quien su pobreza y malas costumbres incitaban a alborotar la república. Con este comunicaron Catilina y Autronio su pensamiento por los principios de diciembre, y de resulta se apercibían para asesinar en el Capitolio a los cónsules Lucio Cota y Lucio Torcuato el día 1.° de enero, y, arrebatando la insignias consulares, enviar a Pisón con ejército para que se apoderase de las dos Españas.

Descubierta esta trama, difirieron su ejecución hasta el día 5 de febrero; y entonces no trataban ya solo de matar a los cónsules, sino a los más de los senadores.

Y a la verdad, si Catilina no hubiera dado antes de tiempo la señal a los compañeros a las puertas de la corte, ese día se hubiera ejecutado en Roma la más execrable maldad que jamás se vio después de su fundación. No había aún llegado bastante gente armada; y esto desconcertó el designio.

19

Pisón después fue enviado a la España citerior por tesorero con facultades de pretor, a instancia de Craso, porque sabía que era mortal enemigo de Gneo Pompeyo. Ni el Senado se hizo muy de rogar en ello, porque deseaba alejar de la república a este hombre turbulento; y también porque muchos de los bien intencionados tenían puesta en él su esperanza contra el poder de Pompeyo, que ya entonces daba que temer.

Pero sucedió que a este Pisón mataron en su viaje al gobierno los caballeros españoles que llevaba en su ejército. Dicen unos que aquella gente fiera no pudo aguantar su imperio injusto, su soberbia y sus crueldades; otros, que los agresores, que eran fieles y antiguos ahijados de Pompeyo, le habían muerto a su persuasión, y que nunca hasta entonces habían los españoles ejecutado tal maldad, con haber padecido otras veces muchos y muy malos tratamientos. Yo dejo esto en su duda, y basta de la primera conjuración.

20

Catilina, luego que tuvo juntos a los que poco antes nombramos, aunque varias veces, y muy a la larga, había tratado con cada uno de ellos, creyendo, no obstante eso, que convendría hablarles y exhortarles en común, los retiró a una pieza secreta de la casa y allí, sin testigo alguno de afuera, les habló de esta suerte:

«Si no tuviera yo bien conocida vuestra fidelidad y esfuerzo, en vano se nos hubiera presentado una ocasión tan favorable y venido a las manos la cierta esperanza que tenemos del mando; ni con gente cobarde o inconstante me andaría yo tras las cosas inciertas, dejando lo seguro. Pero como en varios y muy peligrosos lances os he experimentado fuertes y adictos a mi voluntad, por eso me he resuelto a emprender la hazaña mayor y más gloriosa; y también, porque entiendo que vuestros bienes y males son los mismos que los míos, y aquella al fin es amistad firme en que convienen todos en un querer y no querer.

»Lo que yo pienso lo habéis separadamente, antes de ahora, oído todos de mi boca; pero de cada día se inflama más y más mi ánimo, cuando considero cuál ha de ser precisamente nuestra suerte, si no recobramos con las armas la libertad antigua, porque, después que la república ha venido a caer en manos de ciertos poderosos, de ellos, y no del pueblo romano, han sido tributarios los reyes y petrarcas: a ellos han pagado el estipendio militar los pueblos y naciones; todos los demás, fuertes, honrados, nobles y plebeyos hemos sido indistintamente vulgo, sin favor, sin autoridad, sujetos a los mismos que nos respetarían si la república mantuviese su vigor.

»Así que todo el favor, todo el poder, la honra y las riquezas las tienen ellos, o están donde ellos quieren; para nosotros son los peligros, los desaires, la pobreza y la severidad de las leyes. Esto, pues, ¡oh, varones fuertes!, ¿hasta cuándo estáis en ánimo de sufrirlo? ¿No es mejor morir esforzadamente que vivir una vida infeliz y deshonrada para perderla al fin con afrenta, después de haber servido de juguete y burla a la soberbia de otros?

»Pero ¿qué digo morir? Júroos por los dioses y los hombres que tenemos la victoria en las manos. Nuestro ánimo y edad están en su auge; en ellos, al contrario, todo lo han debilitado sus años y riquezas. Basta empezar, que lo demás lo allanará la cosa misma. Porque ¿quién, que piense como hombre, tendrá valor para sufrir que a ellos les sobren riquezas para derramarlas allanando montes y edificando hasta en los mares, y que a nosotros nos falte hacienda aún para el preciso vivir?; ¿que ellos junten en una, para mayor anchura, dos o más casas, y nosotros ni un pequeño hogar tengamos donde recogernos con nuestras familias?; ¿que compren pinturas, estatuas, vasos torneados; que derriben para mudar por su antojo lo que acabaron de edificar; finalmente, que, arrastrando y atormentando sus riquezas de mil modos, no puedan con sus enormes profusiones agotarias; y que nosotros no tengamos sino pobreza en nuestras casas, fuera deudas, males de presente, y mucho peores esperanzas? Y en fin, ¿qué otra cosa nos queda ya, sino la triste vida? Siendo, pues, esto así, ¿por qué no acabáis de despertar y resolveros?

»A la vista, a la vista tenéis aquella libertad que tanto deseasteis: a la vista el honor, la gloria y las riquezas. Todo esto propone la fortuna por premio a los vencedores. Sean la cosa misma, el tiempo, los peligros, vuestra pobreza, y los ricos despojos de la guerra más eficaces que mis palabras para persuadiros. Vuestro general seré, o soldado raso, según quisiéredes. Ni en obra, ni en consejo faltaré un punto de vuestro lado: antes bien, esto mismo que ahora espero tratarlo otro día con vosotros siendo cónsul; si ya no es que la voluntad me engaña, y que queráis más ser esclavos que mandar».

Mitología griega (y romana) 🎙️ el pódcast

Prácticamente toda la mitología grecorromana que puedas necesitar saber para apreciar la literatura y arte actuales.


En los primeros capítulos tienes un curso exprés; en los más recientes, relatos de los héroes y semidioses.

21

Cuando esto oyeron unas gentes llenas de trabajos, que nada tenían que perder, ni es peranza de mejorar fortuna, aunque solo el turbar la quietud pública era ya en su concepto una recompensa grande; no obstante eso, los más de ellos quisieron saber qué suerte de guerra había de ser aquella, qué ventajas podrían prometerse, y qué fuerzas o esperanzas tendrían, donde conviniese, para proseguirla.

Entonces les ofreció Catilina nuevas tablas en que se cancelarían sus deudas, proscripciones de ciudadanos ricos, magistrados, sacerdocios, robos, y lo demás que lleva consigo la guerra y el antojo de los vencedores. Añadió a esto hallarse Pisón en la España citerior, y en la Mauritania, Publio Sicio Nucerino con ejército, ambos sabedores de su pensamiento: que pretendía el consulado Gayo Antonio, al cual esperaba tenerle por compañero; que este era su estrecho amigo y sumamente pobre; y que junto con él, daría en su año principio a la grande obra.

Al mismo tiempo, acriminaba atrozmente a todos los buenos y ensalzaba a los suyos, nombrando a cada uno por su nombre. A este ponía delante su pobreza; a aquel, lo que sabía que deseaba; a otros, su afrenta o su peligro; y a muchos, la victoria de Sila, que tan rica presa les había puesto en las manos. Ya que vio estar prontos los ánimos de todos, deshizo la junta, exhortándoles a que tuviesen gran cuenta con su pretensión del consulado.

22

Hubo en aquel tiempo quien dijo que Catilina, concluida su arenga, al tiempo de estrechar a los cómplices de su maldad para que jurasen, les presentó en tazas vino mezclado con sangre humana; y que, habiéndolo probado todos después del juramento, según se practica en los solemnes sacrificios, les descubrió de lleno su intención; y añadían que había hecho aquello para que de esa suerte fuesen entre sí más fieles, sabiendo unos de otros un crimen tan horrendo.

Algunos juzgan que estas y otras cosas se fingieron con estudio por los que creían que el aborrecimiento que se excitó después contra Cicerón se iría templando al paso que se exagerase la atrocidad del delito de los que habían sido castigados. Yo esto, con ser cosa tan grande, jamás he llegado a averiguarlo.

23

Había entre los conjurados un cierto Quinto Curio, sujeto de nacimiento ilustre pero lleno de maldades y delitos, a quien por esto los censores habían echado del Senado con ignominia. Era no menos vano que temerario y arrojado: no sabía callar lo que oía de otros ni ocultar él mismo sus delitos; en suma, hombre sin miramiento alguno en el decir y hacer.

Tenía muy de antiguo correspondencia torpe con una mujer noble llamada Fulvia, la cual, no gustando ya de él porque su pobreza no le permitía ser liberal, comenzó de repente a jactarse y prometerle mares y montes, y alguna vez a amenazarla con el puñal, si no se rendía a su voluntad; últimamente, a tratarla con un modo imperioso y muy diverso del que había usado hasta entonces. Sorprehendida Fulvia y entendido el motivo de la novedad de Curio, no quiso tener oculto un tan gran peligro de la república; y así contó menudamente a varios lo que había oído de la conjuración de Catilina, callando solo el autor de la noticia.

Esto fue lo que más dispuso los ánimos para dar el consulado a Marco Tulio Cicerón: porque hasta entonces lo más de la nobleza no le podía oír nombrar y juzgaba que sería como degradar al consulado si un hombre de su esfera, aunque tan insigne, llegase a conseguirle; pero toda esta altanería y odio cesaron a vista del peligro.

24

Llegado el día de la elección, fueron declarados cónsules Marco Tulio y Gayo Antonio, lo que, aunque al principio sobrecogió a los conjurados, no por eso disminuyó un punto el furor de Catilina; antes bien, cada día emprendía nuevas cosas; prevenía armas por Italia en los lugares oportunos; enviaba a Fésulas dinero, tomado a logro sobre su crédito y el de sus amigos, a un cierto Manlio, en quien recayó después el principal peso de la guerra.

En este tiempo se dice que atrajo Catilina a su partido muchas gentes de todas clases, y también a algunas mujeres que en su juventud habían soportado inmensos gastos con la prostitución de sus cuerpos, y, después que la edad puso coto a sus ganancias, pero no a su lujo, habían contraído grandísimos empeños.

Por medio de estas se lisonjeaba Catilina que podría sublevar a los siervos que en Roma había, pegar fuego a la ciudad, ganar a sus maridos y, cuando no, matarlos.

Histori(et)as de griegos y romanos

¡Una histori(et)a cada día!

Lo más probable es que ames el latín, el griego, el mundo clásico en general...

Si te gustan los griegos y romanos, el mundo antiguo y las historias, historietas y anécdotas… tengo histori(et)as de griegos y romanos para ti.

Cada día recibirás un correo con una histori(et)a de griegos al principio y más tarde de romanos. Las lees en menos de cinco minutos.

¡Quiero histori(et)as!

25

Una de ellas era Sempronia, mujer que en varias ocasiones había cometido excesos que piden arrojo varonil; harto afortunada por su linaje y hermosura, y nada menos por el marido e hijos que tuvo. Sabía las lenguas griega y latina; cantaba y danzaba con más desenvoltura de lo que conviene a mujer honesta; tenía muchas de aquellas gracias que son incentivos de la lujuria; pero nada estimaba menos que el pundonor y honestidad. Era igualmente pródiga del dinero que de su fama, y tan lasciva que más veces solicitaba a los hombres que esperaba a ser solicitada.

Había mucho antes en varias ocasiones abandonado infielmente su palabra, negado con juramento lo que tenía en confianza, intervenido en homicidios, y arrojádose precipitadamente a todo por su liviandad y su pobreza. Por otra parte, su ingenio era feliz para la poesía, para el chiste, para la conversación, fuese modesta o tierna o licenciosa. En suma, tenía mucha sal y mucha gracia.

«Primera actuación (17-25)» es un contenido de Paco Álvarez publicado en ACADEMIALATIN.com


Viewing all articles
Browse latest Browse all 516

Trending Articles